Joyas por sí solas no tienen valor a no ser que salgan a la luz del día. Si se les pone en cierta posición, ellas reflejan los rayos del sol.
De otra manera no son hermosas o atractivas.El diamante que se esconde en una galería oscura o queda en una profunda mina no tiene belleza alguna.¿Qué es éste? Nada más que un pedazo de carbón hasta que llega a ser un medio que refleje luz. Es así con otras joyas preciosas. Si tienen varios cortes, reflejan más luz e impresionan aún más con su hermosura. En su estado bruto, el diamante no refleja ningún tipo de luz. Nosotros igual estamos en un estado bruto, sin la belleza de servicio, hasta que el Señor brille sobre nosotros. La luz que está en el diamante no es de su propia creación o posesión; proviene del sol. ¿Qué belleza hay en el hijo(a) de Dios? Sólo la que proviene de su Hijo Jesús. Somos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamar las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2.9)
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