Pan Diario: ¡Todos por igual los oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!4/13/2019 “¡Todos por igual los oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!
(Hch. 2. 11) El pasaje relata un aspecto de lo que fue el derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés, en la ciudad de Jerusalén, cuando los discípulos y algunos más se encontraban esperando la promesa de Dios, según la última instrucción de Jesús antes de ascender y regresar al Padre (Hch. 1. 4, 12-15; Hch. 2. 1-12). Hoy me atrevo a presentarlo a la reflexión de la Iglesia porque si bien es un párrafo breve, comunica algunas realidades que no podemos ignorarlas, más aún nos remarcan que nada ha cambiado y que Dios desde siempre ha considerado a toda la humanidad en su amoroso plan de redención. En primer lugar, y sin el propósito de establecer un orden de importancia, Dios había elegido el momento oportuno para manifestarse a través “de un grupo de cómo ciento veinte personas” (Hch. 1. 15), pues “estaban de visita en Jerusalén varones judíos piadosos de todas las naciones de la tierra” (Hch. 2. 5) por lo que no podía haber habido un momento mejor si se trataba de dar a conocer el evangelio. En segundo lugar, la oportunidad estaba marcada por la gran diversidad de procedencias desde donde venían los “varones piadosos” (partos, medos, elamitas, etc., etc.; Hch. 2. 9-11), por lo que todos pudieron escuchar de las maravillas de Dios, ya que era importante y necesario que así fuera aprovechando la realidad multicultural que en ese momento había en Jerusalén. En tercer lugar, es posible darse cuenta que el liderazgo de la situación, el alcance, el medio y las herramientas necesarias para generar la manifestación que fuera escuchada y entendida por todos, estuvo en manos del Espíritu Santo para quién no fue obstáculo, por ejemplo, el idioma o la lengua de cada uno. Y en cuarto lugar, la expresión “… las maravillas de Dios” nos hace conscientes de cuál era el contenido del mensaje que los varones piadosos estaban escuchando. Creo sinceramente que nada ha cambiado desde ese tiempo hasta ahora. El Espíritu Santo sigue liderando las acciones de la Iglesia de Dios. Por otra parte, hoy tenemos una bendita oportunidad que Dios ha propiciado para la proclamación de su Evangelio, el mundo enfrenta una interconectividad como nunca antes y las distintas realidades culturales se entremezclan bajo el concepto de globalización. Y además, el mensaje sigue siendo el mismo: ¡las maravillas de Dios!. Es decir, la Iglesia sabiendo que es receptora de Su Espíritu no puede obviar ésta misión, la de alcanzar a esta generación y sus variadas expresiones culturales con el mensaje del Evangelio en la persona de Cristo. Y usted y yo somos parte de esa Iglesia. Entonces, ¿qué haremos? .
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