Reflexión 02 de Octubre 2020

«¿Por qué me llaman ustedes ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que les digo? Voy a decirles a quién se parece todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica: Se parece a un hombre que, al construir una casa, cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca.  De manera que cuando vino una inundación, el torrente azotó aquella casa, pero no pudo ni siquiera hacerla tambalear porque estaba bien construida. Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica se parece a un hombre que construyó una casa sobre tierra y sin cimientos.  Tan pronto como la azotó el torrente, la casa se derrumbó, y el desastre fue terrible.» (Lucas 6. 46-49)

En el día de hoy podemos leer la última enseñanza de Jesús contenida en el Sermón de la Montaña que quizá sea la conclusión de todo lo que anteriormente enseñó Jesús. Es la versión de Lucas que no sólo relata la parábola que hoy leemos y que cuenta Jesús, sino que le agrega la razón de porque la cuenta; y la razón es muy fuerte y directa: «¿Por qué me llaman ustedes ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que les digo?”.

Una acusación directa de Jesús a la hipocresía de algunos de querer reflejar con la palabra “Señor” algo muy distinto de lo que realmente había en el corazón. Es importante señalar que, en la época de Jesús, la palabra “Señor” tenía un significado muy distinto al uso que se le da ahora. Señor, kyrios en griego, significaba poderoso, fuerte, soberano, aquél que podía disponer sobre personas y cosas, el dueño al que había que obedecer, de manera que la crítica de Jesús es dura.

Y ante la desobediencia de algunos a sus enseñanzas, Jesús cuenta la parábola que distingue a dos hombres que construyen sus casas de manera similar en la superficie, pero con una gran diferencia en el fundamento de la construcción donde se asientan los cimientos de la casa.

Jesús se encarga de hacer notar que el primero trabaja arduamente y cava bien hondo para encontrar la roca sobre la cual construir la casa, a diferencia del otro que lo hace sobre la tierra y sin fundamento; y en la actitud de ambos, en la manera que ambos constructores levantan la casa, Jesús ejemplifica el impacto de la obediencia a sus enseñanzas.

La mera expresión verbal de decirle “Señor”, solo era equivalente a construir la casa sobre tierra y sin fundamento, pero el obedecer sus enseñanzas y ponerlas en práctica hacía realidad su estura de Señor en el corazón del que obedecía, y las consecuencias estaban a la vista. Ante la aparición intempestiva y abrupta del torrente y la inundación, las consecuencias fueron desastrosas para el hipócrita, para el desobediente, para el que mantenía una imagen piadosa ante Jesús, pero que no estaba dispuesto a obedecerle.

En cambio, para el obediente, aquél que puso en práctica las enseñanzas de su “Señor” obedeciéndole, vivió una experiencia muy distinta ante la aparición de la inundación y el torrente ya que no pudo ni siquiera hacer tambalear la casa porque estaba bien construida.

Hermanos y hermanas queridos, ¡qué llamado a la obediencia y a la consecuencia en nuestras vidas! La expresión religiosa y aparentemente piadosa de nuestra devoción por Cristo, finalmente es puesta a prueba en nuestra vida en las crisis y en las etapas complejas de vida que todos en algunos momentos viviremos, o tal vez estemos viviendo. Pero es precisamente en estas instancias que se demuestra lo que Jesucristo significa para nosotros. La obediencia a Él nos asegura el poder soportar y enfrentar la más severa de las crisis con la actitud correcta sabiendo que una vez que pase, nuestra vida seguirá en pie.

Conocer sus enseñanzas, como amar al prójimo incluso al enemigo, perdonar a los que nos ofenden, servir al prójimo desinteresadamente, proclamar y encarnar el evangelio, buscar la paz, tener compasión por los que sufren, buscar la justicia y muchas otras que enseñó Jesús, deben ser practicadas y obedecidas, ¿por quiénes? por los que realmente viven a Cristo como el Señor de sus vidas, aquellos que ante la crisis podrán permanecer y enfrentarla porque han construido una relación sólida, de vida, con su Señor ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.