Reflexión 03 de Agosto 2020

“Escribe al ángel de la iglesia de Esmirna: Esto dice el Primero y el Último, el que murió y volvió a vivir: Conozco tus sufrimientos y tu pobreza. ¡Sin embargo, eres rico! Sé cómo te calumnian los que dicen ser judíos pero que, en realidad, no son más que una sinagoga de Satanás” (Apocalipsis 2. 8, 9).

Estamos frente a la evaluación que hace Jesucristo, aquél “que murió y volvió a vivir”, a la Iglesia de Esmirna, una de las siete iglesias mencionadas en el libro de Apocalipsis. Al igual que a la iglesia de Sardis, a quién le dice “… Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto…” (Apo. 3. 1); y a la iglesia de Laodicea, a quién le expresa “Conozco tus obras; … tú dices: Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”; pero no te das cuenta de cuán infeliz y miserable, pobre, ciego y desnudo eres …” (Apo. 3. 17); también Jesucristo afirma tener conocimiento de lo que sucede en la iglesia de Esmirna, mencionada en los versos de hoy.

Increíblemente, apreciamos el conocimiento acabado que tiene Jesucristo de las tres iglesias (Sardis, Laodicea y Esmirna); cómo también el que les hace presente su observación, usando para ello el contraste extremo entre lo que parecían ser a los ojos humanos, y lo que realmente eran a Sus ojos.

A diferencia de las otras iglesias, Esmirna vivía bajo la persecución, incluso su condición era de pobreza, pero Jesús valoraba éste sufrimiento, incluso la calumnia que se levantaba en contra de ella, porque era el precio que aceptaban pagar por permanecer fieles en el testimonio del Evangelio. Jesucristo veía en ellos, lo que ellos mismos no eran capaces de ver de sí mismos. Y en medio de la tribulación, el dolor y la angustia de la persecución, sus palabras eran un verdadero bálsamo de “esperanza” porque confirmaba la retribución y consecuencias de la fidelidad hacia Él. Les expresaba con reconocimiento, “Conozco tus sufrimientos y tu pobreza. ¡Sin embargo, eres rico!”. Les hacía notar, al igual que su enseñanza en el Sermón de la Montaña, la importancia de “… acumular tesoros en el cielo…” (Mateo 6. 20).

El apóstol Pablo también recogió ésta enseñanza de Jesús, y en su carta a los hermanos en Corinto lo expresó de ésta manera: Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.  Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno” (2 Corintios 4. 17, 18).

Pablo decía, «hay algo que es mucho mas valioso que los actuales sufrimientos, y es la “gloria eterna” que nos espera, pero que no se ve». ¡Qué paradoja! “Vemos lo que no se ve”, fijamos nuestra vista en aquello que es invisible, pero que es tan real y tan poderoso que es capaz de sostener la vida, hasta en los momentos más complejos y difíciles.

El Evangelio es precisamente eso, esperanza. Una bendita esperanza que nos lleva a “vivir por fe”, y una maravillosa “fe” que nos lleva a ser pacientes y esperar. Por eso es que Jesucristo le dice a esta Iglesia de Esmirna: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2. 10).

Hermanos y hermanas queridos, no nos cansemos ni desmayemos, y aunque las fuerzas puedan estar muy débiles y el cansancio nos pueda sobrepasar, seamos fieles y creamos en aquello que nos espera en los cielos donde dijo Jesús que íbamos a acumular “tesoros”; pero que ya comenzamos a “producir” a través de la Gloria eterna, a pesar de no verla aún. ¡Aleluya! ¡Gracias Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.