Reflexión 03 de Noviembre 2020

«He caído en la angustia y la aflicción, pero tus mandamientos son mi regocijo» (Salmos 119. 143)

¡¡Que verso más maravilloso leemos hoy!! Y digo maravilloso porque nos revela la condición frágil del hombre, sin tapujos o apariencias, pero que en su lucha por creer, por buscar y refugiarse en Dios, lo hace en su Palabra.

Lo hermoso de éste verso es que sincera nuestra condición humana, nuestra fragilidad y nuestros límites, pero ahí donde pareciera que la contingencia nos supera, surge la esperanza a través de la fe, de saber que Dios responde a nuestro clamor con hermosas promesas de bienestar, de protección, de provisión, de dirección y muchas otras, precisamente contenidas en su Palabra.

Como lo afirmó el salmista: «Más ciertamente me escuchó Dios; Atendió a la voz de mi súplica. Bendito sea Dios, Que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia» (Salmos 66. 19, 20).

Nunca la Biblia, la revelación de Dios, ha querido negar la debilidad del hombre y la mujer, pero lo más maravilloso es que a pesar de ello, Dios ha mostrado su amor y misericordia. Por eso el salmista reconoce su condición extrema de angustia y aflicción pero en esa condición, Dios se hace presente a través de su Palabra, que lo alegra y lo anima.

Amados hermanos y hermanas, muy probablemente hoy muchos pueden sentirse interpretados por los sentimientos del salmista sintiendo la angustia y la aflicción, dada las condiciones que rodean nuestra vida; sin embargo, al igual que él, podemos encontrar la paz y la alegría, la esperanza en definitiva en la Palabra de Dios. Ella revela Sus promesas y nos ayuda a conocerle, fortalece nuestra fe, orienta nuestra vida, nos ayuda a discernir y entender los tiempos que vivimos y calma nuestra ansiedad.

Vean como en el salmo 119 se expresó ésta misma verdad, la influencia positiva de la Palabra de Dios en la aflicción del alma humana: “Este es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida” (vers. 50).  “Si tu ley no fuera mi regocijo, la aflicción habría acabado conmigo” (vers. 92). “Tú eres mi escondite y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza (vers. 114).

¡Gracias Señor por tu poderosa y profunda Palabra, que le hace tan bien a nuestra alma!

Pr. Guillermo Hernández P.