Reflexión 04 de Diciembre 2020
“El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero, antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Pero, cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa. Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús. (Mateo 1. 18-21; 24, 25)
El texto de hoy es la versión del evangelio de Mateo que relata el anuncio del nacimiento de Jesús a José, el esposo de María, y en el podemos apreciar en toda su dimensión la conformación de las condiciones que Dios había establecido debían darse para recibir a su Hijo Jesús.
En el relato de hoy apreciamos el anuncio que un ángel le hace a José, el prometido de María, respecto de lo que iban a “recibir” de parte de Dios. De la lectura de los versos es posible darse cuenta que José también había sido elegido por Dios, al igual que María, por lo que ambos contaban con la bendición especial de Dios. De los versos también podemos darnos cuenta que José era un hombre justo, respetuoso y delicado con su prometida, pero además con una fe y obediencia “a toda prueba” corroborado por su decisión inmediata de obedecer lo que se le había revelado en sueños, casándose con María.
José debía entender que, junto a María, debían conformar la familia adecuada para recibir al Salvador del mundo. ¡Que privilegio! Pero se le hacía presente que el embarazo de María, antes de unirse a él, había sido provocado por el Espíritu Santo.
Al igual que en el relato del anuncio a María del nacimiento de Jesús, en éste corroboramos una vez más la planificación y estrategia de Dios al enviar a su Hijo al escenario humano. Uniendo ambos relatos apreciamos la decisión de Dios de privilegiar un matrimonio, conformada por José y María, como el ambiente propicio y adecuado para recibir a Jesús.
En el comienzo de una nueva era, de una nueva etapa en la historia de la redención conocida como la Era de la Gracia, Dios creía que hacerlo desde el matrimonio, desde la familia, era lo mejor y conveniente. Al igual que en su acto creador, al inicio de los tiempos, en el huerto del Edén, donde crea e instala la primera pareja desde la cual comienza la vida humana y su relación con ella, Dios volvía a comenzar una nueva etapa en su relación con la humanidad desde el seno de una familia, el matrimonio de un hombre y una mujer como José y María, que recibirían a Su Hijo.
Hermanos y hermanas queridos, no podemos soslayar esta imagen que el anuncio y la llegada de Jesús le hacen a la humanidad al manifestar de manera concreta que una familia conformada por la unión en matrimonio de un hombre y una mujer, era el ambiente propicio para recibir a Jesús. Dios confirmaba la familia y el matrimonio como la comunidad adecuada para que, desde ella, se bendijera a todas las familias de la tierra, y aún más, a toda la creación. Esta pareja era la escogida para criar, enseñar y acompañar, en su dimensión humana, a Jesús el hijo de Dios.
Dios no estaba improvisando, ni actuaba por impulsos, tanto José como María habían sido apartados, lo mismo que la relación de pareja de ambos, por lo que Dios confirmaba que la unión de ambos era santa y especial. Por ello la instrucción del ángel a José fué “no temas recibir a María por esposa”, cuando él había “resuelto divociarse en secreto”, como lo señalan los versos de hoy.
¡Que suceso mas maravilloso, hermanos y hermanas queridos!, que cantidad de señales nos entrega la llegada de Jesús. Hoy, por ejemplo, pudimos reflexionar en la importancia del matrimonio y la familia para Dios, precisamente a propósito del nacimiento de su Hijo Jesucristo. ¡Que bendición para la humanidad la encarnación de Dios, en la persona de Jesús! ¡Aleluya! ¡Gracias Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.