Reflexión 04 de Octubre 2020

“Los fuertes en la fe debemos apoyar a los débiles, en vez de hacer lo que nos agrada. Cada uno debe agradar al prójimo para su bien, con el fin de edificarlo. Porque ni siquiera Cristo se agradó a sí mismo, sino que, como está escrito: «Sobre mí han recaído los insultos de tus detractores» (Romanos 15. 1-3)

Hoy podemos leer un texto que forma parte de la carta del apóstol Pablo a los hermanos de Roma que escribió entre los años 57-58 d.C., probablemente desde Corinto.

En esta carta a los romanos, Pablo desarrolla extensamente lo que era el Evangelio, centrándose en la Gracia de Dios para proveer el perdón a la humanidad a través de la fe en la sangre de Jesucristo. Pero se encarga de hacer presente a los romanos que esta obra de Dios transformaba totalmente la vida humana haciéndola depositaria, incluso, de Su Espíritu y de Su Amor, por lo que nacía también un compromiso con el hermano, con el prójimo.

Y en ésta dimensión, Pablo les hace presente un compromiso tremendamente relevante y estratégico en la experiencia de vivir el evangelio de Cristo en comunidad. Les hace notar la responsabilidad de edificarse mutuamente a propósito del amor de Dios que cada creyente tenía; responsabilidad que principalmente caía en los mas “maduros” y “fuertes en la fe”. No podía haber en éstos últimos juicio o condenación por los débiles, o por los más inmaduros, sino mas bien un delicado trato para no transformarse en “piedra de tropiezo” y obstaculizar el crecimiento en sus vidas; y el marco de este deber para los “mas fuertes en la fe”, Pablo ya lo había mencionado un poco antes cuando les escribió: “No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley. (Romanos 13. 8).

En consecuencia, este amor debía traducirse en paciencia y misericordia para apoyar a aquellos más débiles en la fe, y lo escribe en el contexto de aquello que podía escandalizar a algunos, como por ejemplo la “comida”. De hecho, Pablo escribe: Ahora bien, si tu hermano se angustia por causa de lo que comes, ya no te comportas con amor. No destruyas, por causa de la comida, al hermano por quien Cristo murió”. (Romanos 14. 15). Y más adelante reitera “Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación. No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todo alimento es puro; lo malo es hacer tropezar a otros por lo que uno come. Más vale no comer carne ni beber vino, ni hacer nada que haga caer a tu hermano” (Romanos 14. 19-21).

Y en este contexto, es que Pablo afirma “los fuertes en la fe debemos apoyar a los débiles, en vez de hacer lo que nos agrada, haciendo evidente el compromiso real de preocuparnos mutuamente en el crecimiento espiritual hasta que todos lleguemos a la estatura de Cristo, como lo dijo él mismo a los efesios al escribirles: “Más bien, al vivir la verdad con amor, “creceremos” hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. (Efesios 4. 15)

Hermanos y hermanas queridos, hoy se nos entrega un desafiante principio para incorporar a nuestra vida y nuestras relaciones sobre todo de hermandad, haciéndonos presente un aspecto que nuestro “legalismo” y falta de gracia opaca y nubla, como el que “cada uno deba agradar al prójimo para su bien, con el fin de edificarlo”, como escribió Pablo, o el que “debamos apoyar a los débiles, en vez de hacer lo que nos agrada”, cómo también lo señala el apóstol, lo cual nos desafía a cuidar nuestros hábitos y costumbres, nuestros dichos y prácticas por amor al hermano o al prójimo.

Para Pablo es tan importante este aspecto en las relaciones de hermandad, o con el prójimo, que no duda en poner como ejemplo de esto a Cristo quién, dice el apóstol, “no se agradó a sí mismo, sino que, como estaba escrito: «Sobre mí han recaído los insultos de tus detractores”, haciendo de manifiesto su propia negación a lo que podría haberle agradado, o lo que podría haber preferido, por amor a los seres humanos. ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.