Reflexión 06 de Diciembre 2020

“El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero, antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Pero, cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa. Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús. (Mateo 1. 18-21; 24, 25)

Una vez más, queridos hermanos y hermanas, volvemos al texto del anuncio del nacimiento de Jesús a José, según lo relata el evangelio de Mateo. En ésta ocasión quisiera hacerles notar otro aspecto que es posible apreciar en los versos que relatan ésta circunstancia.

Dijimos en la primera reflexión de éstos versos que también José había sido elegido por Dios, al igual que María, para tener el privilegio de recibir a Jesús en el contexto del matrimonio de ambos. Pero en el relato que hoy nos convoca podemos apreciar, en la conducta y actitud de José, características y virtudes valiosas que nos ayudan a comprender las razones que Dios tuvo para privilegiarlo de la manera que lo hizo.

Debemos concordar que José, al igual que todos los judíos, tenía la esperanza de la llegada del Mesías porque las enseñanzas del Antigio Testamento de hoy, se transmitían oralmente de generación en generación según la costumbre judía. Sin embargo, al ser José el protagonista del cumplimiento de la profecía, y sin tener la información que hoy nos entrega el Nuevo Testamento, y menos imaginarse que él y su prometida eran los elegidos por Dios para recibir a Jesús Su Hijo, es obvio pensar que tenía buenas razones para dudar o cuestionar su matrimonio con María. Y el texto que hoy nos acompaña confirma esta apreciación pues señala: “María, estaba comprometida para casarse con José, pero, antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto… cuando él estaba considerando hacerlo…”.

Y ante las cavilaciones de su mente, Dios resuelve ayudarlo y compartirle lo que estaba sucediendo. ¡Que consideración y ternura de parte de Dios! No lo deja en la angustia y confusión, en la ignorancia, muy por el contrario, sale a su encuentro para prepararlo y guiarlo en lo que debía decidir y hacer. Como ustedes pueden leer más arriba, se le dijo a José: “… no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados…”

Y su reacción ante lo comunicado por el ángel, a través del sueño, nos confirma lo que Dios sabía había en el corazón de éste hombre; el texto nos relata que “Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa”.

¡Qué maravillosa respuesta de José! Al igual que María, recibió la palabra de Dios, la voluntad de Dios, y no hubo un ápice de duda en su corazón de lo que se le había comunicado. Callaron los cuestionamientos, desaparecieron las dudas y se acabó la incertidumbre porque Dios había hablado, había comunicado su voluntad que era creída y obedecida por José.

Y la respuesta de María, ante lo que le había comunicado el ángel Gabriel, en absoluto fue diferente. Ella expresó humildemente, con fe y obediencia: Aquí tienes a la sierva del Señor”, contestó María. “Que él haga conmigo como me has dicho” (Lucas 1. 38).

Hermanos y hermanas queridos, aquí encontramos una enseñanza más que nos trae el nacimiento de Jesús. Su anuncio y llegada, que estaba en el propósito y voluntad de Dios, requería dos profundas respuestas de parte de aquellos que habían sido elegidos y consagrados para que se cumpliese, en éste caso José y María: Fe y Obediencia.

Siempre ha sido igual, y lo fue también en el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, la voluntad y propósito de Dios se materializa a través de los que le creen y obedecen por sobre sus prejuicios, por sobre sus dudas, por sobre sus circunstancias. José y María son un hermoso ejemplo. El plan de redención y reconciliación de Dios para con la humanidad, por lo cual nacía Jesús, se concretó a través de la respuesta y actitud de dos sencillas y anónimas vidas que conformaron un matrimonio que le creyó y obedeció a Dios. ¡Aleluya! ¡Gracias Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.