Reflexión 06 de Octubre 2020

¡Así que ustedes también deben estar alerta! Porque no saben el día ni la hora de mi regreso” (Mateo 25. 13).

El texto de hoy es parte de la enseñanza de Jesús a sus discípulos al concluir la parábola de las 10 mujeres vírgenes (Mt. 25. 1-13), una de las últimas según el evangelio de Mateo, antes de ser arrestado y vivir su muerte, crucifixión y resurrección. Después de haber profetizado acerca de los futuros sucesos que iban a ocurrir como señales de los últimos tiempos (Mt. 24. 4-25), Jesús habla a sus discípulos acerca de su regreso (Mt. 24. 30b), y es en este contexto que relata ésta parábola.

La parábola en cuestión muestra cinco mujeres vírgenes con sus lámparas preparadas para recibir a un novio que viene a casarse, y otras cinco que descuidadamente también le esperan, pero sin sus lámparas preparadas. Éstas últimas no alcanzan a participar de la boda.

La idea central de su enseñanza fue la de hacer notar la certeza de otro suceso más en la historia de la redención, su regreso a buscarles (Mt. 24. 30, 31), por lo que debían estar preparados para recibirle. Al igual como lo hizo al anunciar su muerte y resurrección en tres oportunidades (Mt. 16. 21; 17. 23; 20. 19), ahora les anunciaba su regreso.

Por ello es que una vez que ocurrieron todos los sucesos en la vida de Jesús, de los cuales ellos fueron testigos directos, sus discípulos se aferraron fuertemente a la esperanza de su regreso permitiéndoles soportar la persecución despiadada que se levantó en contra de los cristianos del primer siglo.

Pero Jesús les llama a no solo creer en su regreso, sino también a esperarlo debidamente. Una vez más les hace notar la diferencia entre la sencilla y superficial declaración que manifiesta “creer”, con la intención seria y comprometida de prepararse y estar alerta esperando Su regreso. En esta parábola de la boda que Jesús cuenta, participan de ella las vírgenes que no solo tuvieron sus lámparas encendidas, sino que también disponían de suficiente aceite para esperar hasta el momento en que llegara el novio, momento que ignoraban. Las otras cinco no tenían aceite suficiente por lo que no pudieron entrar a la boda.

Sin duda que hoy es un llamado también para nosotros, para desear el regreso de nuestro Señor, y tal cual como dijo que moriría y resucitaría, creer que también cumplirá su promesa de regresar, por lo que debemos estar siempre atentos y preparados.

Pero el llamado de Jesús es que a través de éste deseo, de ésta convicción, nuestra vida esté centrada en esperarle, en mostrar y vivir permanentemente en santidad, de modo que “nuestra lámpara” brille en medio de la obscuridad del pecado, y que esta nueva forma de vida a la cual hemos sido llamados, tenga la poderosa presencia del Espíritu Santo nutriendo y sosteniendo cada día nuestro testimonio.

Pablo lo expresó a los hermanos de Tesalónica de ésta manera, “Pero ustedes, amados hermanos, no están a oscuras acerca de estos temas, y no serán sorprendidos cuando el día del Señor venga como un ladrón. Pues todos ustedes son hijos de la luz y del día; no pertenecemos a la oscuridad y a la noche. Así que manténganse en guardia, no dormidos como los demás. Estén alerta y lúcidos” (1 Tesalonicenses 5. 4-6).

Queridos hermanos, roguemos al Señor para que nuestro corazón verdaderamente desee su regreso, y que este anhelo se transforme hoy en el motor de nuestra esperanza para vivir por sobre los momentos tan difíciles y angustiantes que nos ha tocado vivir, con alegría y gratitud porque sabemos que nos encontraremos con Él… ¡Aleluya!

“¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho” (Apocalipsis 22. 12). ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.