Reflexión 07 de Noviembre 2020

«De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros» (Romanos 8. 18)

Hoy leemos una reflexión que el apóstol Pablo le comparte a los hermanos en Roma, inmediatamente a continuación de haberles escrito lo que Dios ha hecho espiritualmente en sus vidas; les ha dicho un poco antes: «El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria» (Romanos 8. 16, 17).

La mirada del apóstol combina el presente con el futuro, por cuanto afirma «somos (presente) hijos de Dios» y luego añade «tendremos (futuro) parte con Él en su gloria». En definitiva, Pablo tiene la mirada puesta en el futuro, en lo que va a suceder con nosotros, pero desde lo que hoy somos (hijos y herederos de Dios, y coherederos con Cristo).

Pero ésta convicción y certeza de Pablo es tan poderosa, que ¡le permite soportar el sufrimiento!

¡Que increíble! Pablo compara dos dimensiones del tiempo totalmente opuestas, pero lo hace porque participar de la gloria venidera, al final de los tiempos, le exige perseverancia y fidelidad para con Dios en el “ahora”. Y éstas dos virtudes, vivirlas bajo persecución, cómo los hermanos de Roma vivían, era todo un reto.

La fe en la esperanza bendita de vivir en lo eterno con Dios mismo, se va fortaleciendo cada día en el hoy, en lo que a diario enfrentamos, aún en los escenarios más complejos y angustiantes, al constatar la presencia, protección, provisión y ayuda de Dios, cómo lo prometió en su Palabra. Pero, además y maravillosamente, ésta esperanza en la “gloria que habrá de revelarse en nosotros” al final de los tiempos, también va alimentando la fe del presente. El propio Señor Jesús lo experimentó al decir del libro a los Hebreos cuando el autor afirma: Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, “para que no se cansen ni pierdan el ánimo”. (Hebreos 12. 2, 3). Una exhortación desafiante para mirar el gozo que nos espera ya que genera esperanza y fortalece la fe, de manera de no claudicar, ni cansarnos o perder el ánimo. En definitiva, seguir el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos y hermanas queridos, si bien no estamos bajo persecución, nuestra fidelidad a Dios cada día es más desafiada por un sistema social y cultural que no cree en Él, es más, lo rechaza. Una sociedad y cultura que abomina de Dios y que se manifiesta con violencia y desprecio ante todo lo de Él, y los suyos. Por eso, entonces, adquiere relevancia la enseñanza de Pablo: «perseveren, no claudiquen, porque al final participaremos de la Gloria de Dios».

Oremos hoy a nuestro Dios para que fortalezca nuestra fe en Él para serle fieles, a pesar de lo que debamos vivir. ¡Sigamos el ejemplo de nuestro Señor! ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.