Reflexión 07 de Octubre 2020
“Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras” (Romanos 8. 26).
Hoy nos encontramos frente a una realidad de la cual no somos muy conscientes. Dios ha dispuesto de su Espíritu para ayudarnos a orar e interceder ante su trono de Gracia. Maravillosamente la Biblia nos instruye de un poderoso recurso que Dios ha dispuesto para ayudarnos a orar, su Espíritu.
El mismo texto señala las dificultades que tenemos para expresar nuestra necesidad y nuestra petición delante de Dios, y lo señala crudamente al afirmar que “no sabemos que pedir…”; pero Él ha dispuesto lo necesario para ayudarnos a expresarle lo que nos atemoriza, lo que necesitamos.
¿Acaso nos es liberador saber que ante nuestra limitación de no saber “cómo expresar”, y “que expresar” cómo necesidad urgente, Dios dispone de sus recursos para ayudarnos?
Por eso que es importante entender, según nos lo enseña éste verso, que podemos expresar a nuestro Señor tal cual sentimos o pensamos, sin temor, sin mayores complejidades, porque su Espíritu nos ayuda e intercede por nosotros.
Maravillosamente, Dios ha provisto todos sus recursos espirituales para ayudarnos a vivir el evangelio en una dimensión real y cotidiana, incluso para solicitarle su ayuda e intervención en oración. Es cómo un banquete preparado para nosotros donde la mesa está servida, las exquisiteces están preparadas, la vajilla y la cuchillería están dispuestas, y solo es necesario sentarse y comer. ¿Acaso no aceptaremos la invitación de Dios a sentarnos y comer? Él ha dispuesto todo, el costo está pagado, solo debemos sentarnos y comer.
Realmente no tenemos disculpas delante de Dios para no acercarnos a Él e intencionar una real y duradera relación de vida. Entregó a su Hijo, perdonó nuestros pecados, nos hizo nacer a una nueva vida, nos dio de su Espíritu, su amor nunca se aparta de nosotros entre otras muchas bendiciones y además, nos dice el texto, nos ayuda a orar en nuestra ignorancia porque no sabemos que pedir; ¿no le produce un profundo sentimiento de gratitud constatar, por fe, todo el despliegue de iniciativas por parte de Dios con el sólo propósito de asegurar con usted una relación de vida eterna?
Hoy, cuando anhelamos que este tiempo pase porque estamos cansados y desgastados, y se confunden en nuestro corazón variados sentimientos y emociones; cuando pareciera que nos cuesta orar o hilvanar frases delante de Dios, y vivimos la tensión de “creer” por sobre nuestra ansiedad y temor, podemos estar seguros que Su Espíritu puede traducir e interceder ante Dios nuestra verdadera condición del alma, aquello que nos cuesta entender de nosotros mismos y por consiguiente expresárselo a Él.
¡Muchas gracias Señor porque has dispuesto todo para conocerte, amarte y servirte!
Pr. Guillermo Hernández P.