Reflexión 09 de Octubre 2020

“Señor, tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la distancia me lees el pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares” (Salmo 139. 1-3).

Hoy podemos deleitarnos con otros versos compuestos por el rey David, un hombre multifacético (pastor, poeta, músico, militar, rey) que experimentó la sencillez cómo pastor de ovejas en su adolescencia, y también la complejidad y sofisticación como monarca de Israel en su adultez.

Sin embargo, podemos apreciar en muchos salmos de su autoría, la sensibilidad y ternura en su relación con Dios. La relación de vida que siempre tuvo con Dios se encuentra reflejada en su historia revelada en la Biblia, desde que hacía frente a leones y osos para proteger a su rebaño, su triunfo sobre el gigante Goliat, hasta su liderazgo como rey de Israel con poderío militar sobre sus enemigos. Incluso en ese episodio triste de su pecado con Betsabé.

Pero el rasgo característico de su intimidad con Dios fue precisamente lo que hoy apreciamos en estos hermosos versos que demuestran no sólo su búsqueda de Dios, no sólo su anhelo de relacionarse con Él, sino también la respuesta de Dios de la cual da testimonio su corazón. Sabe que no es indiferente para su Dios, es una relación recíproca dónde ambos se vinculan íntimamente.

En los hermosos versos de hoy, apreciamos que David sabe que su Dios le conoce profundamente y no solo eso, sino que también lo entiende. No es un extraño para Dios, es perfectamente conocido. Es examinado, y entendido, y ello provoca en el salmista una esperanza por cuanto ve en ese conocimiento que Dios tiene de él, un propósito de protección y por eso escribe a continuación, Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano” (Salmo 139. 5).

Queridos hermanos y hermanas, también debe ser motivo de alegría y paz para nosotros el saber que nuestro Señor nos examina, nos conoce y nos entiende. Lo que tal vez ni nuestros seres queridos más íntimos saben de nosotros, Dios sí. No le podemos engañar, entiende nuestras más intensas alegrías, y también nuestras más profundas tristezas. Cada día podemos presentarnos ante Él, con confianza, porque ya nos conoce. No le somos ni extraños, ni ajenos, ni lejanos. Y ésta realidad nos permite relacionarnos libremente con Él, sin la tensión de la “frase calculada”, o de la “culpa” por sentir temor. No hermanos, Dios nos conoce porque nos ama. ¡Aleluya, gracias Señor!

Entra hoy con confianza a su misma presencia, ya te conoce, ya sabe lo que estás pensando y sintiendo. Solo tienes que acercarte y derramar tu alma en Su Presencia.

Pr. Guillermo Hernández P.