Reflexión 10 de Agosto 2020

“Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti.” (2 Crónicas 16. 9).

El texto de hoy corresponde a las palabras dichas por el profeta Hanani al rey Asa, tercer rey de Judá, debido a que había buscado ayuda en el rey de Siria y no en Dios, para defenderse de sus enemigos.

El relato de su reinado se encuentra en 1 Reyes 15.9-24 y en 2 Crónicas 14-16 y se da buen testimonio de él. Incluso se cuenta que hizo lo bueno y lo recto ante Dios, y que arrasó con la idolatría, sin embargo el reproche del profeta que leemos hoy, refleja algo en el corazón de este rey. Si bien Dios le había bendecido con un reinado próspero, incluso ayudado con sus enemigos, el rey Asa había depositado su esperanza en una alianza con un rey sirio, desechando la ayuda y fortaleza de Dios.

Es una lección difícil y dura que evidencia el celo de Dios por los suyos, y cómo la esperanza de nuestro corazón, aquello en lo cual se deposita nuestra seguridad, es de la máxima importancia para Él. La expresión “corazón perfecto” no debe confundirnos ya que se refiere a aquél corazón rendido y confiado en Dios; es un corazón totalmente entregado a Él y su seguridad y primera prioridad no es compartida con nadie.

Las palabras del profeta Hanani reflejan toda la intención y pro actividad de Dios por brindar ayuda y fortaleza a sus hijos… está atento y dispuesto para hacerlo. Sin embargo, muchas veces sus propios hijos vuelcan sus seguridades y expectativas en personas, en cosas, en sistemas, en logros, en circunstancias, en contratos, en instituciones, etc., olvidando absolutamente la presencia y ayuda que Dios está dispuesto a brindarles, como lo enseña el texto de hoy.

Es un relato que muestra a nuestro buen Dios sufriendo el desprecio de un corazón que decide no apoyarse en Él revelando, además, lo importante que es para Él el derrotero de la vida de sus hijos, pues está atento a ellos.

Y es que el corazón muchas veces nos engaña y ante condiciones extremas, situaciones límites de vida, riesgos y amenazas, manifiesta realmente sus convicciones y certezas. El profeta Jeremías lo reflejó de esta manera, “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17. 9). Y por esta razón es que tal vez también dijo a continuación, “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17. 10).

Surge entonces aquello que realmente es importante para Dios, nuestro corazón. Aquél lugar donde se construyen y deciden nuestras acciones, donde se encuentran nuestras prioridades y motivaciones, donde se almacenan nuestras esperanzas y expectativas. ¿Está total y completamente, rendido y entregado a nuestro Señor, o se encuentra compartido con “algo” o “alguien”?; ante situaciones extremas, complejas y difíciles, ¿dónde está nuestra seguridad?, ¿a quién recurrimos primeramente?

Jesús lo hizo presente a sus discípulos de una manera distinta, pero que igualmente refleja la primera prioridad que reclama para Él, por sobre los demás; señaló: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí (Mt. 10. 37). No hay egocentrismo en Dios ni en Jesús, lo que sí hay es un verdadero compromiso e interés por hacerse parte de nuestra vida para ayudar y bendecir, para desarrollar una relación de vida con sus hijos.

Hermanos y hermanas queridos, el verso de hoy nos enseña la disposición de Dios por ayudarnos, por hacerse presente en el desafío diario que enfrentamos. Refleja su celo por ser considerado de manera prioritaria, evidenciando el interés y disposición por tener una relación de vida con sus hijos. ¡Qué privilegio!, ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.