Reflexión 10 de Julio 2020
“¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?” (Romanos 6. 1, 2).
Pablo está expresando una conclusión después de venir desarrollando una idea. Versículos anteriores nos permiten entender que el apóstol viene haciendo un paralelo entre Jesús y Adán. A través de Adán entró el pecado y la muerte, y a través de Jesús la salvación y la vida eterna, señala Pablo. En éste contexto, señala que precisamente la ley se introdujo para que abundase el pecado y con ello reino la muerte, pero cuando este abundó, sobreabundó el reino de la gracia para salvación y vida eterna a través de Jesucristo (Romanos 5. 20, 21).
Sin embargo, como presintiendo el pensamiento humano que rápidamente intenta sacar ventaja, quizá creyendo erróneamente que podemos pecar libremente porque hay gracia de sobra, el apóstol se encarga de profundizar éste aspecto del evangelio que claramente debe ser entendido.
La gracia de Dios, que se ha manifestado a través de su justicia en Cristo, nos ha permitido ser perdonados y justificados, pero no como una mera solución para eventuales culpas o remordimientos que pudiésemos haber tenido, sino como un proceso profundo, espiritual, que nos ha dado el poder para morir al pecado. Morir a esa forma de vida que antes llevábamos y que nos condenaba irremisiblemente a la muerte, entendida ésta como la total y absoluta separación de Dios.
El apóstol Pablo también se los expresó a los hermanos en Efeso al escribirles, “En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados… todos nosotros vivíamos … impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos… Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados…” (Efesios 2. 1-5)
Por consiguiente, dice Pablo a los hermanos en Roma, si morimos a esa forma de vida para renacer a una nueva, ¿cómo es posible volver atrás y continuar en aquello a lo cual morimos? El apóstol quiere dejar establecido que aquella forma de vida que llevábamos, que nos “gobernaba” y nos separaba de Dios, ya no tiene poder sobre nosotros. Y ésta verdad es de la mayor trascendencia porque le imprime a nuestra vida libertad, gozo y poder. Aquellos hábitos, adicciones, costumbres, temores, vergüenzas, pensamientos y quizás cuantas cosas más, ya no tienen poder sobre nosotros, porque hemos nacido a una nueva vida por la gracia de Dios. Pablo también se los dijo a los hermanos en Corinto: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!”. (2 Corintios 5. 17)
Por ello que Pablo al preguntar si es posible volver a lo de antes, cuando Dios nos ha dado una nueva vida en Cristo, responde categóricamente EN NINGUNA MANERA. La verdad espiritual que hoy nos presenta Dios a través del apóstol, no está condicionada a una probabilidad, es una afirmación categórica que revela el poder de la fe en Cristo. Pablo escribe más adelante “… considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús… no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos… ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida… Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6. 11-14)
Queridos hermanos y hermanas, entender y vivir este principio espiritual nos lleva a vencer aquella condición de vida que nos ha atado, que nos ha atemorizado, que nos ha condicionado, donde nuestro mal carácter, nuestras adicciones y malos hábitos, nuestras vergüenzas, nuestros malos deseos y todo aquello que nos separaba de Dios y nos hacía un profundo daño, son vencidos, derrotados, naciendo en nosotros un nuevo despertar, una nueva actitud, una nueva mentalidad, una nueva vida. Somos impulsados a desarrollar una nueva historia de vida. Pero es importante y esencial comprender que sí y solo sí, debemos “creer firmemente” en nuestro corazón en la obra que Dios ya hizo en nosotros a través de Cristo, de modo de tomar decisiones de cambio en ésta certeza. ¡Que el Señor nos bendiga!
Pr. Guillermo Hernández P.