Reflexión 12 de Noviembre 2020
«Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo» (Efesios 4. 31, 32)
La preocupación del apóstol Pablo siempre fue la relación interpersonal entre los hijos de Dios, pues sabía que la calidad de éstas era clave como testimonio ante los incrédulos de Su presencia en la comunidad cristiana. Por eso que un poco antes les había escrito: «… les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz» (Efesios 4. 1-3).
Si bien Pablo no formó parte del grupo de discípulos de Jesús, conocía sus enseñanzas, particularmente la de los últimos momentos antes de ser arrestado, cuando le dijo a sus amigos: “… Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» (Juan 13. 34, 35)
Enseñanzas profundas pero muy prácticas y concretas, que los desafiaron a decidir obedecer en virtud de la íntima convicción en sus vidas del deseo e instrucción del Señor. Sí, obedecer, porque el amor entre hermanos y hermanas, pertenecientes a la «familia de Dios» (Efesios 2. 19), Jesús lo estableció no como una opción, sino como una obligación.
Por eso es que hoy y siempre, el llamado a los hijos e hijas de Dios, a los discípulos de Jesucristo, ha sido y seguirá siendo hasta que él regrese, «Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia«, y también «Más bien sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente «, situando en nosotros la decisión de cuidar la unidad, vigilar las relaciones interpersonales entre hermanos, y fortalecer nuestra tolerancia y paciencia.
No somos una ONG, o Institución, o Empresa, somos la familia de Dios y el comportamiento entre nosotros da cuenta de la realidad y propósito de Dios. Como Jesús oró en Getsemaní: “…Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17. 20, 21)
Hoy, en el contexto de un confinamiento y cuarentena que se ha prolongado por casi ocho meses, en distintos grados y tiempos de duración, y que ha hecho necesario agruparse en familia conviviendo estrechamente, ésta enseñanza nos desafía a hacer los esfuerzos, en obediencia y con la ayuda de Dios, de cuidar las relaciones, el diálogo y la convivencia al interior de la familia, porque en ella también encontramos a “hermanos en Cristo”. Y si algún miembro aún no conoce al Señor, es la oportunidad para brindar un buen testimonio de tolerancia, compasión y perdón, ya que la manera en que como hermanos en Cristo nos relacionamos, da testimonio de la realidad de Él en nosotros.
Hermanos y hermanas queridos, roguemos hoy a Dios nos ayude a ser fieles en obedecer a ésta enseñanza de Jesús, pues es una forma real y poderosa de dar testimonio de Él. ¡Que Dios tenga misericordia de nosotros! ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.