Reflexión 13 de Julio 2020

“Por eso les digo que el reino de Dios se les quitará a ustedes y se le entregará a un pueblo que produzca los frutos del reino” (Mateo 21. 43).

El pasaje de hoy corresponde a la conclusión que hace Jesús de su segunda parábola que les cuenta a los principales sacerdotes y ancianos del pueblo judío en el templo de Jerusalén, en su última semana antes de ser arrestado. En la primera parábola (Mt. 21. 28-32) Jesús denunció la falta de arrepentimiento que les impedía hacer la voluntad del Padre, en contraste con los corruptos cobradores de impuestos y las prostitutas que, por haberse arrepentido, tenían acceso al Reino de Dios (Mt. 21. 31b). Definitivamente denunciaba Jesús que no bastaba creer, era necesario arrepentirse.

En ésta segunda parábola, a la cual pertenecen los versos de hoy, la de los labradores malvados (Mt. 21. 33-44), Jesús relata la experiencia de un hombre, ésta vez bajo la metáfora del propietario de una viña, que no puede disfrutar de los “frutos” que esperaba obtener de ella. Invierte y prepara su viña diligentemente, la arrienda a unos labradores y luego de un tiempo reclama lo que le corresponde, pero los labradores se rebelan en su contra, matan sus enviados e incluso a su hijo, y no le responden entregándole el “fruto” que él esperaba obtener, y que le correspondía. La voluntad legítima del propietario es violentada por la rebeldía e incumplimiento de los arrendatarios.

Ante la pregunta de Jesús sobre que castigo debían recibir estos labradores malvados, paradojalmente, y a pesar de que los principales sacerdotes y ancianos entendieron que la parábola hablaba de ellos mismos (Mt. 21. 45), le señalaron a Jesús que la muerte era el castigo que debían recibir estos labradores, debiendo el propietario buscar “otros arrendatarios” (Mt. 21, 41). A propósito de ésta respuesta de los religiosos, Jesús confronta la religiosidad e hipocresía de ellos haciéndoles notar que Dios iba a buscar otro pueblo que diera los frutos que Él esperaba recibir, por cuanto ellos no los produjeron por la rebeldía de sus corazones.

Fue una parábola dura que Jesús relató para denunciar como la hipocresía y la religiosidad de estos hombres había negado e impedido la cosecha de los “frutos” que Dios esperaba de su pueblo. La falta de arrepentimiento y quebranto en sus vidas, provocaba la rebeldía y desobediencia que impedía a Dios recibir los verdaderos frutos de su “viña”, Israel. El profeta Isaías ya lo había señalado cientos de años antes al decir, “La nación de Israel es la viña del Señor de los Ejércitos Celestiales. El pueblo de Judá es su agradable huerto. Él esperaba una cosecha de “justicia”, pero en cambio encontró “opresión”. Esperaba encontrar “rectitud”, pero en cambio oyó “gritos de violencia” (Isaías 5. 7).

¿Podrá Jesús hoy hacernos el mismo reclamo que le hizo a éstos religiosos? ¿Los “frutos” de nuestra vida cristiana son los esperados por Dios? Jesús le dijo a sus discípulos, “Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí” (Jn. 15. 4). Los “frutos” que Dios espera de nosotros se gestan en la intimidad con Jesús, no hay otra manera.

Queridas hermanas y hermanos, ésta parábola también hoy nos confronta y nos lleva a revisar los “frutos” de nuestra vida cristiana; Dios esperaba encontrar justicia en Israel y encontró opresión, esperaba encontrar rectitud y encontró violencia, lo cual nos indica que los “frutos” están vinculados a obras concretas, a decisiones de vida que dan señales de esperanza porque anuncian el Reino de Dios; actos que finalmente glorifican a Dios. Como lo dijo Jesús a sus discípulos en el Sermón de la Montaña, Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las “buenas obras” de ustedes y “alaben al Padre” que está en el cielo” (Mateo 5. 16). Y como también lo explicó el apóstol Pablo a los hermanos en Efeso, “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Efesios 2. 10).

Hermanos y hermanas, roguemos hoy a Dios para que nos ayude a producir los “frutos” que Él espera de nosotros precisamente hoy ante tanta necesidad y carencia que nos rodea, y no los que nosotros creemos debieran ser. Tengamos presente que la falta de arrepentimiento, la rebelión y la desobediencia nos llevan a una religiosidad hipócrita, carente de los “frutos” y de la verdadera vida que Dios espera ver en nosotros y que lo glorifican. ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.