Reflexión 14 de Agosto 2020
“A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los gentiles” (Romanos 1. 16)
El texto de hoy corresponde a la carta del apostol Pablo a los hermanos en Roma, escrita probablemente en su tercer viaje misionero desde Corinto, en torno a los años sesenta aproximadamente. Uno de los propósitos de la carta era compartirles su deseo de pasar a verlos en su viaje a predicar el evangelio en España, por cuanto el ya lo había hecho prácticamente en todo el este del mediterráneo.
Y sin duda los versos de hoy reafirman el gran corazón misionero del apóstol por cuanto afirma precisamente su pensamiento del Evangelio, pero también el propósito de éste, la salvación de judíos y no judíos, en otras palabras, de todos los que crean.
El apóstol en pocas palabras señala el orgien de éste, el cual se encuentra en Dios mismo, pero además señala una particularidad especial de éste Evangelio, su poder. No es una compilación o construcción de ideas o conceptos, sino la expresión pura del poder de Dios; de hecho el término que usa Pablo es dúnamis (en griego) de donde proviene la palabra “dinamita”.
No sabemos si Pablo tenía alguna información de la vergüenza que provocaba en algunos identificarse con el Evangelio, pero por sus palabras podemos comprender que la manifestación de Dios en el cambio de vida de muchos, incluso en él mismo, le hacía afirmar que no había otra posibilidad de comprenderlo mas que como un poder latente, vivo, capaz de romper y penetrar, tal vez lo mas duro que pueda existir: el corazón humano.
Pero Pablo se encarga en su breve, pero profunda afirmación, de acotar la manifestación de éste poder de Dios, y rápidamente le asocia el propósito: la salvación de todos aquellos que crean. En los versos anteriores Pablo ya había definido de que se trataba este poder de Dios y de como se había manifestado, al escribir: “Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana era descendiente de David, pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 1. 3, 4 ).
El gran poder de amor y justicia de Dios encarnado en la vida de su Hijo, Cristo. Una manifestación excepcional de un profundo amor capaz de romper la resistencia mas dura. Un poder de amor, justicia y perdón que bien vale la pena compartir y por el cual es imposible avergonzarse, muy por el contrario, contiene todos los atributos precisamente no solo para vivirlo, sino también contarlo a mientras mas personas podamos. Son las “Buenas Noticias” (significado de Evangelio) de Dios.
Es por ésto hermanos y hermanas queridos, que el solo hecho de haber sido alcanzados por este poder de Dios, su Evangelio, nos debe transformar también en misioneros deseosos de que otros también puedan experimentar este poder de Dios, al igual que a Pablo. No se trata de un poder abusivo, invasivo, sino total y absolutamente transformador que trae el perdón a nuestra vida de pecado, a nuestra vida de errores y de malas motivaciones, y esto debe ser anunciado, enseñado y predicado.
¿Cabe la vergüenza en todo esto?, por ningún motivo. Por tal razón te animo en el día de hoy ha expresar gratitud a Dios por haberte alcanzado con su Evangelio, con Jesucristo su Hijo; pero también a que te ayude a anhelar el que otros lo reciban, de modo que a contar de hoy entiendas que también eres un misionero, o misionera. ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.