Reflexión 14 de Junio 2020
“En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4. 8).
Cuantos hoy viven la realidad del temor y la inseguridad. La inédita experiencia de una pandemia mundial solo era posible verla en una película de ciencia ficción, sin embargo, la humanidad hoy se desenvuelve en una tragedia no sólo en la salud de la población, sino también en la estabilidad social, e incluso en la economía de las personas. Además, y en pro de la transparencia, los medios masivos de comunicación, cómo también las redes sociales, generan muchas veces nocivos efectos en la ciudadanía produciendo una creciente inseguridad y temor. “Algo va a pasar”, “algo se aproxima”, “nada es seguro”, “todo es incierto”, y muchas veces caemos en ésta ansiedad y nuestra fe tambalea y se debilita.
Pero el salmista nos llama a vivir su experiencia. Cuando muchos están pendientes de señales, de vaticinios, de pronósticos, él solo fija su mirada en su Señor. Él le hace vivir con confianza. Fíjese en la expresión “me haces vivir”. Dios no es su “talismán”, no es su “animita” ni menos su “fetiche” y superstición. Dios es quién le guía en su vida, es quién le provee, quién le cuida y le hace vivir.
Es un verdadero testimonio de quién es Dios para él. No es una relación unilateral ante un ser que no se manifiesta y que no responde, el salmista revela implícitamente que “sabe en quién ha creído”. Hay una experiencia y conocimiento de Dios que se ha ido desarrollando y fortaleciendo a través de la relación que ha mantenido con Él. El apóstol Pablo también lo entendía así, y en medio de la tribulación lo expresaba de ésta manera, “Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado” (2da. Timoteo 1. 12).
La fe en Dios solo es posible tenerla en la medida que la ejercemos en una relación de vida con Él. La certeza en Su palabra, en Su presencia, en Su dirección y protección, no obedece tan solo a un entendimiento intelectual de las cualidades de Dios, sino también a la experiencia diaria vivida con Él.
El salmista es categórico al expresar “sólo tú”, lo cual refleja indirectamente la frustración que, probablemente, ha tenido en confiar en personas, recursos, instituciones, “dioses”, etc. que no han provocado en él la paz y la confianza que su alma verdaderamente necesita. Pero “éste” es diferente, es “el único Dios verdadero” (Juan 17. 3)
Te animo a pedirle hoy al Señor que, al igual que el salmista, también puedas disfrutar esa poderosa realidad en tu vida, de modo que puedas cada día “acostarte y dormir en paz” con confianza en Él. Pídele que te ayude a fijar los ojos en Él de modo que esa paz que viene de Él, y que sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4. 7), sea real en ti y puedas quitar tu mirada de “dioses falsos”.
Pr. Guillermo Hernández P.