Reflexión 16 de Septiembre 2020

“Solo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi esperanza. Solo él es mi roca y mi salvación; él es mi protector y no habré de caer. Dios es mi salvación y mi gloria; es la roca que me fortalece; ¡mi refugio está en Dios! (Salmo 62. 5-7)

Los versos de hoy son parte de un hermoso salmo escrito por el rey David, un hombre polifacético que desarrolló una profunda vida espiritual con Dios. Fue el segundo rey de Israel y en su mandato Dios lo bendijo, pero también lo protegió de muchas amenazas y confabulaciones que debió enfrentar en su contra, precisamente por su investidura.

El texto de hoy, nos da una semblanza de como él entendía a Dios en su quehacer diario; usa expresiones como “roca”, “esperanza”, “refugio”, “salvación”, “protector” tratando de caracterizar, de alguna manera, la intervención viva y concreta de Dios en su vida. Cada uno de éstos sustantivos empleados por David, muestran algún aspecto, alguna cualidad de lo que significaba Dios para él.

Por ejemplo “roca”, sin duda nos muestra la estabilidad que Dios le da a su vida; estando Dios a su lado, sabe que puede “pararse” firmemente y enfrentar el riesgo, el desafío; sus pies se sostendrán, su vida se sostendrá y no se hundirá como si estuviera “pisando” el lodo; ésta misma experiencia la compartió en otro de sus salmos, y lo expresó así: “Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme” (Salmo 40. 2).

Pero, además, entendía a Dios como su “esperanza”, probablemente tratando de expresar como Dios le brindaba esa fuerza interior, cada día, para disponer su vida hacia el “logro” y el “futuro” no quedándose atado a un “pasado” que lo pudiera detener; Dios le permitía mirar y orientar su vida “hacia lo por venir”, porque le brindaba “esperanza” de un “mañana” muchísimo mejor, porque Dios estaba con él; esta misma experiencia la plasmó en otro hermoso salmo cuando escribió “La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre” (Salmo 23. 6). La bondad y el amor de Dios siempre le iban a acompañar, aún en ese futuro que él aún no conocía. Una “esperanza” que, incluso, trascendía más allá de la vida misma.

Las expresiones “protector” y “refugio” es posible entenderlas por el riesgo permanente que enfrentaba su vida. Siendo un militar destacado, además de rey, sin duda muchas veces vio de cerca la “muerte” o experimentó la sedición de sus enemigos. En el salmo que nos hemos detenido hoy encontramos expresiones que confirman esta tensión en su vida, y lo expresó así: “¿Hasta cuándo atacarán todos ustedes a un hombre para derribarlo? Es como un muro inclinado, ¡como una cerca a punto de derrumbarse! Solo quieren derribarlo de su lugar de preeminencia. Se complacen en la mentira: bendicen con la boca, pero maldicen con el corazón” (Salmo 62. 3, 4). Pero Dios también estaba con él; David sabía de Su protección, de Su presencia y fidelidad, y en Él se refugiaba. Una experiencia íntima con Dios que también la expresó en otro bello salmo, cuando escribió: Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta. Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos” (Salmo 23. 4, 5).

Por eso es que David comienza afirmando que “sólo en Dios encuentra descanso su alma”, dando cuenta de la envergadura de su fe. No llena a Dios de elogios y reconocimientos a través de sus poemas y cánticos, provocando solo emoción en su corazón, sino que todo lo que le atribuye a Dios, finalmente lo hace descansar. Es tan cierto y real para él la manifestación diversa de Dios en su vida, que puede descansar en ello. La certeza y la convicción de Dios, en su vida, a pesar de lo convulsionada que pueda ser, le trae paz y descanso. Tal vez por eso expresó en otro bello cántico “En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4. 8).

Hermanos y hermanas queridos, la experiencia en Cristo que Dios nos ha permitido tener, nos da la seguridad de que somos depositarios de Su Espíritu por lo que lo vivido por David también es posible vivirlo nosotros. Él fue ungido por el profeta Samuel a los 17 años, y el Espíritu Santo vino a su vida; el momento se relata así en la Biblia: El Señor le dijo a Samuel: ‘Este es; levántate y úngelo’. Samuel tomó el cuerno de aceite y ungió al joven en presencia de sus hermanos. Entonces el Espíritu del Señor vino con poder sobre David, y desde ese día estuvo con él” (1 Samuel 16. 12, 13). En consecuencia, les animo a creer y a vivir en la certeza y convicción que Dios también es nuestro “refugio”, también es nuestra “esperanza”, también es nuestro “protector”, también es nuestra “salvación” y también es nuestra “roca”. ¿También descansa tu alma, como la de David, al creer en éstas verdades?¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.