Reflexión 18 de Octubre 2020

“Hacia ti extiendo las manos; me haces falta, como el agua a la tierra seca. Respóndeme pronto, Señor, que el aliento se me escapa. No escondas de mí tu rostro, o seré como los que bajan a la fosa. Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma. (Salmo 143. 6-8)

Hoy estamos frente a una parte del hermoso salmo 143, escrito por el rey David. Un salmo en que no duda en expresar sus sentimientos y emociones ante la presencia de Dios, a raíz del peligro que el advierte por la presencia de enemigos en su vida; y lo expresa así, un poco antes, en el mismo salmo: El enemigo atenta contra mi vida: quiere hacerme morder el polvo. Me obliga a vivir en las tinieblas, como los que murieron hace tiempo” (Salmo 143. 3).

Sin duda que David, por su condición de rey, vivió mucha tensión ante aquellos que no compartían su liderazgo y conspiraban continuamente contra él. No sólo debió enfrentar los enemigos naturales que se levantaron en guerra contra Israel, cómo los filisteos y los moabitas (1 Crónicas 18), sino que también los que formaban parte de su corte, e incluso los de su propia familia como su hijo Absalón quién intentó usurparle el trono (2 Samuel 15).

De manera que en varios de sus salmos y cánticos que componía para alabar y adorar a Dios, le hacía presente sus temores, desánimo, rabia, desaliento, e incluso el deseo que Dios destruyera a sus enemigos como lo expresó en este mismo salmo, un poco más adelante cuando escribió: “Por tu nombre, Señor, dame vida; por tu justicia, sácame de este aprieto. Por tu gran amor, destruye a mis enemigos; acaba con todos mis adversarios” (Salmo 143. 11, 12).

Pero en esa sinceridad de su corazón y en la confianza que sentía de poder expresarle a Dios abiertamente la intimidad de su alma expresándole sus sentimientos y emociones, también reconocía su necesidad de ser guiado, contenido, escuchado, y fortalecido por Él.

Dios no era para él solamente el “paño de lágrimas”, una persona con la cual había construido una relación que se sostenía en un permanente monólogo, dónde solo él hablaba y expresaba sus pensamientos y sentimientos. David también esperaba y anhelaba escuchar para obedecer la voluntad de Dios; para él, esto era fundamental pues le orientaba en sus momentos de ofuscación y confusión.

David reconocía que necesitaba de Dios, necesitaba ser guiado por Él y por ello le expresaba “me haces falta, como el agua a la tierra seca” evidenciando lo real y concreto de su relación con Dios. Con vehemencia le expresaba “respóndeme pronto, Señor, que el aliento se me escapa” haciendo presente que en su sufrimiento y confusión quería y necesitaba escuchar la guía y dirección de Él, y se lo exponía claramente en éste cántico al expresarle “señálame el camino que debo seguir”. Y la razón era muy clara y sencilla, y él mismo lo afirmaba: “porque en ti he puesto mi confianza”, y “porque a ti elevo mi alma”.

Hermanos y hermanas queridos, la intimidad y confianza que el rey David logró construir con Dios también puede y debería ser la nuestra. Él nunca tuvo inconvenientes en desnudar su alma delante de Dios, nunca pretendió orar y clamar lo “políticamente correcto” delante de Él usando “muletillas” y “frases preconcebidas” escuchadas y aprendidas en la “cultura cristiana”. Tenía tal confianza en Dios que podía derramar su alma sin problemas ante Él, porque sabía que era conocido, comprendido, amado y fortalecido. Podía libremente decirle “tengo miedo”, “estoy desanimado”, “tengo rabia”, “no comprendo”, “estoy angustiado”, “ayúdame, estoy confundido” Por eso él mismo escribió en otro bello salmo: “Señor, tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la distancia me lees el pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares. No me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, Señor, ya la sabes toda. Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano” (Salmo 139. 1-5). ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!

No tenemos un Padre que se aleje de nosotros, no tenemos un Padre indiferente a nosotros, ¡¡es tan cercano!!!; te animo a buscarle hoy en la profundidad de tu alma y tal como estás, con todo lo que sientes y piensas porque no serás rechazado, serás acogido y escuchado, serás animado y consolado, ¡¡porque eres profundamente amado!! ¡Gracias Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.