Reflexión 20 de Junio 2020

“No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure…” (Juan 15. 16a)

Continuamos hoy con los últimos instantes de Jesús que vivió con sus discípulos antes de ser crucificado, y por el relato de Juan podemos apreciar ¡cómo les enseñaba! En esta oportunidad, Jesús les revela que la elección verdadera es la que él había hecho de ellos con un propósito específico, enviarlos. En el texto de hoy, precisamente vemos esta intención en la voluntad del Maestro al decirles “los comisioné para que vayan…”

Si bien Él debía partir, les entregaba una misión por lo que ellos debían continuar compartiendo las buenas nuevas del Reino de Dios. La experiencia con Jesús solo era el comienzo de “algo” totalmente distinto a lo que habían vivido hasta antes de conocerle.

El tiempo con Jesús había sido la preparación necesaria para continuar lo que él había comenzado, por ello es que en éstos últimos instantes, les anticipaba que recibirían el poder necesario para continuar (el Espíritu Santo) (Hechos 1. 8). No quedaban solos.

Hermanos y hermanas queridas, la elección que Él ha hecho de nosotros no es diferente, en absoluto. También nos ha encomendado lo que leemos les dijo a sus discípulos, y a no ser que no nos consideremos sus seguidores y discípulos, ésta palabra también es para nosotros.

Por consiguiente, vivir el evangelio, creer que somos cristianos por seguir a Cristo, tiene que ver con el entender que hemos sido enviados para obtener frutos desde aquellos que necesitan escuchar ésta nueva esperanza. La predicación, el testimonio personal, la exhortación y la enseñanza, adquieren verdadera importancia en ésta lógica de hablar de Dios, de compartir Su mensaje de salvación.

Y hoy se dan las condiciones, hermanos queridos, al conformarse un escenario de desazón, de temor e incertidumbre, los hijos e hijas de Dios, tenemos una muy buena oportunidad de predicar y enseñar la realidad del Reino de Dios. Éste evangelio le ha hecho muy bien a nuestra vida, nos ha traído paz y esperanza, y nos permite enfrentar con fe un futuro incierto que genera mucho temor, en consecuencia, ¿no debiéramos compartirlo?

Sí, hermanos queridos, hemos sido enviados. Por lo que debemos ser evidentes, manifiestos, presentes, para que nuestros frutos, nuestras obras, testifiquen que el Reino de Dios se ha acercado con las “buenas noticias” de parte de Él.

Sí, hermanos queridos, estamos llamados a encarnarnos por lo que es importante no solo nuestro conocimiento de Dios, del cual muchas veces hacemos alarde, sino también manifestar virtudes como el amor benigno, la humildad, la mansedumbre, el dominio propio, el gozo, la paz, la paciencia.

Que todo nuestro ser, y todo lo que él hace, dice y piensa, Glorifiquen al Señor pues ello, en un mundo con aflicción y dolor, en medio de las tinieblas, “resplandece y anuncia” la nueva vida que proviene de Dios. ¡Aleluya!

¡Señor danos hoy el denuedo y la pasión de anunciar tu Reino!… ¡hay tantos que te necesitan Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.