Reflexión 21 de Diciembre 2020
Reflexión del día 21 de diciembre del 2020 PARTE VI
“Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el Imperio romano. (Este primer censo se efectuó cuando Cirenio gobernaba en Siria). Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo. También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada. (Lucas 2. 1-7)
Continuando con el pasaje de Lucas que nos ha convocado en los últimos seis días, hoy quisera hacer notar un aspecto que de manera implícita lo he mencionado en las reflexiones anteriores. Me refiero al profundo mensaje de entrega que vemos en ésta imagen. En contraste con la vanidad y egoísmo humanos, del que hacíamos mención en los devocionales anteriores, el evangelio de Lucas nos muestra de manera descarnada la entrega de Dios en la persona de su hijo Jesús, con el propósito de reconciliar su relación con sus criaturas.
El propio Pablo lo hizo presente a los hermanos en Roma al escribirles “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros…” (Romanos 8. 32), perfilando una de las actitudes y conductas esenciales que, necesariamente, debía reflejarse en la vida de los hijos e hijas de Dios, en la vida de aquellos que habían sido alcanzados por el poderoso evangelio de Cristo: la entrega, la generosidad de dar, cómo una de las características esenciales del evangelio.
Mientras la tendencia egoísta de la naturaleza humana es acumular, retener, acopiar, la conducta que surge del nuevo hombre y la nueva mujer, alcanzados por la presencia del evangelio, por Cristo, es de absoluta entrega al prójimo, buscando siempre dar, bendecir, preferir; conducta que hizo notar el apóstol Pablo a los filipenses al escribirles: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás” (Filipenses 2. 3, 4).
Para Pablo, ésta era una de las conductas claves que todo hijo de Dios debía expresar, el dar. En otra de sus intervenciones, les hizo presente a los ancianos de la Iglesia de Éfeso: “Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’” (Hechos 20. 35). O cómo lo escribió a la iglesia en Corinto cuando les dijo: Pero ustedes, así como sobresalen en todo, en fe, en palabras, en conocimiento, en dedicación y en su amor hacia nosotros, procuren también sobresalir en esta gracia de dar. (2 Corintios 8. 7).
Por ello es que el nacimiento de Jesús marcaba el sello de un acto profundo de amor, misericordia y gracia de Dios que debían imitar sus hijos e hijas y que se traducía, finalmente, en dar cómo Él había dado a su Hijo. El evangelio de Juan lo expresó de manera muy nítida y clara al decir: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él” (Juan 3. 16, 17).
Hermanos y hermanas queridos, el nacimiento de Jesús nos debe llevar a reflexionar en ésta natural conducta cristiana que se espera de los hijos de Dios de dar al prójimo, de darnos al otro, renunciando al egoísmo propio de una naturaleza humana pecaminosa. No es una conducta fácil de lograr porque nuestra tendencia es a privilegiar lo propio, prefiriendo lo nuestro, anclándonos en nuestra conveniencia y comodidad, y mirando desde lejos y con cierta indiferencia la tragedia del “otro”.
Pero es imporatnte entender que este acto de dar al prójimo no debe estar precedido del dolor, de la incomodidad. La errónea expresión de un religioso que señaló que “hay que dar hasta que duela” es sencillamente antibíblica, y sólo hace énfasis en el esfuerzo humano. Pablo, por el contrario, dijo a los hermanos de la iglesia de Corinto, a los verdaderos hijos de Dios: “… cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría”(2 Corintios 9. 7). Así es, hermanos y hermanas queridos, Dios ama al que da con alegría, porque Él dio a su Hijo con alegría, y en ese nacimiento se concretaba esta iniciativa. Por ello es que te animo a pensar profundamente en esta Navidad en manifestar una conducta generosa de dar a tu prójimo, de salir de tu posición de “comfort y comodidad” y entregar aquello que Dios ha puesto en tu corazón. Mira a tu alrededor, hay muchos que necesitan y esperan la manifestación de Dios en sus carencias, y Él ha decidido hacerse presente a través de su Iglesia, a través de tí y de mí ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.