Reflexión 22 de Septiembre 2020

Den gracias al Señor, invoquen su nombre; den a conocer sus obras entre las naciones. Cántenle, entónenle salmos; hablen de todas sus maravillas. Siéntanse orgullosos de su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan al Señor. (Salmo 105. 1-3)

Los versos de hoy son parte de los cánticos que el pueblo de Israel entonó con ocasión de la recuperación y traslado del Arca del Pacto a la ciudad de Jerusalén, bajo el liderazgo del rey David (1 Crónicas 16). El Arca del Pacto había sido construída en la época de Moisés y había acompañado al pueblo en su travesía por el desierto durante cuarenta años. De acuerdo al relato del Éxodo, desde el Arca se pronunciaba Dios en sus diálogos con Moisés (Éxodo 25. 21, 22) de modo que la recuperación de ésta, que había caído en manos enemigas, generó en David y el pueblo grandes muestras de alegría, que se tradujeron en cánticos, alabanzas y adoración a Dios.

De la revisión de estas breves estrofas del cántico, podemos apreciar lo que significaba Dios para Israel. No era un dios local, “nacional” que sólo estuviese ligado a ellos y a su historia. Era el único Dios verdadero, poderoso, que debía ser conocido y honrado por todos los pueblos y naciones.

Era el Dios de la creación, de la vida, Aquél que había hecho todas las maravillas que los ojos podían ver, pero además estaba en ellos el vivo recuerdo de lo que Dios había hecho en la historia pasada al liberarlos con gran poder de una esclavitud de 430 años en Egipto. Y esto jamás lo olvidarían pues había marcado para siempre sus vidas.

En consecuencia, el conocimiento del verdadero Dios no era religioso, no era místico, producto de tradiciones humanas, o creencias supersticiosas, era el Dios que habían conocido en la vida cotidiana, Aquél que les había dado libertad y propósito a sus vidas. ¿Cómo no alabarlo?, ¿cómo no agradecerle y adorarlo?, ¿era posible olvidarlo? ¡Por supuesto que no! ¡Y no sólo eso! todos debían conocerlo, todos debían saber de sus maravillas, del poder que brindaba a los suyos.

Pero, además, el cántico animaba a no avergonzarse de Dios; dice el poema “Siéntanse orgullosos de su santo nombre”. ¡Que verdad mas importante! Cuando, quizás, algunos pudieran sentir vergüenza por alguna “extraña” razón, el canto estimulaba a asumir la actitud correcta frente a los demás, por cuanto el Dios verdadero a quién alababan y adoraban, salvaba, guiaba, sostenía y protegía; en consecuencia, ¿cómo era posible sentir vergüenza de Él?, ¡todo lo contrario! No era un “ídolo” más de tantos construídos por la mano del hombre, que se adoraban “torpe e ignorantemente”, éste era el único Dios real y verdadero.

La otra expresión del cántico, “alégrese el corazón de los que buscan al Señor”,sólo confirmaba la atención dispuesta y atenta de este Dios que, inmediatamente respondía a aquellos que le buscaban, por lo que aquellos que necesitaran de Su ayuda, podían alegrarse porque al buscarlo, lo iban a encontrar y Él les iba a ayudar.

Esa había sido la experiencia de Israel cuando estaban bajo esclavitud y le clamaron por ayuda. Así lo relata Dios mismo a Moisés cuando lo comisiona para ir a rescatar a su pueblo; el texto dice así: “… Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces, y conozco bien sus penurias. Así que “he descendido para librarlos” del poder de los egipcios y sacarlos de ese país, para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, tierra donde abundan la leche y la miel… “Han llegado a mis oídos los gritos desesperados de los israelitas”, y he visto también cómo los oprimen los egipcios” (Éxodo 3. 7-9). Por esto los afligidos, los abusados y todos aquellos que buscaran a Dios por Su ayuda, podían alegrarse porque lo iban a encontrar, y Él les iba a ayudar con toda seguridad.

Hermanos y hermanas queridos, que maravilloso ver plasmada la presencia de Dios a través del cántico y la poesía de un pueblo agradecido, que lo expresa con alegría, con entusiasmo, con expresión manifiesta y evidente; donde la queja y el lamento no existe, donde el disconformismo está ausente, donde el pesimismo no tiene cabida, ¿porque? Porque Dios ha hecho maravillas en nuestra vida y todos lo deben saber, y todos lo deben conocer, y por eso no tenemos vergüenza de Él. ¿Se da cuenta que el cántico de Israel, de hace tantos años, también debiera ser el nuestro hoy? ¡Te invito a cantar, alabar y adorar a Dios en el día de hoy por las maravillas que ha hecho en tu vida!

Pr. Guillermo Hernández P.