Reflexión 24 de Diciembre 2020
Reflexión del día 24 de diciembre del 2020
“También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada. (Lucas 2. 4-7)
Finalmente, hoy llegamos al 24 de diciembre, la víspera de la Navidad, y quisiera volver al pasaje del evangelio de Lucas que relata el nacimiento de Jesús, con el propósito de señalar dos aspectos más que es probable los haya dicho anteriormente de manera implícita, pero que quisiera despejarlos y exponerlos de manera explícita en razón a la importancia de ellos al caracterizar el ministerio que habría de tener el niño Jesús, y que ya en su nacimiento se hacían presentes.
El primero de ellos es el perfil de la vida de Jesús. Hemos dicho que su nacimiento señaló su identificación con nuestra realidad humana, pero también debemos hacer notar que en su nacimiento se hizo presente, de manera evidente, la humildad y la sencillez que le iban a permitir desarrollar una poderosa empatía con la necesidad de los más desposeídos. No se encarnaba buscando alguna posición de liderazgo con cierta influencia a través de algún poder humano (político, económico, social). Avisaba que su paso por este mundo iba a estar marcado por la sencillez y la humildad, y que su identidad humana se focalizaba en los pobres, los quebrantados, los necesitados, y los oprimidos. Su lugar no estaría en medio de los más fuertes, cómo lo predijo la profecía de Isaías: “Porque lo dice el excelso y sublime, el que vive para siempre, cuyo nombre es santo: ‘Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados’” (Isaías 57. 15).
El propio Señor Jesús en el inicio de su ministerio, según el relato del evangelio de Lucas, al leer al profeta Isaías en una Sinagoga de Nazaret un día sábado, afirmó «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para “anunciar buenas nuevas a los pobres”. Me ha enviado para “proclamar libertad a los presos y dar vista a los ciegos”, para “poner en libertad a los oprimidos”, para proclamar el año del favor del Señor» (Lucas 4. 18, 19). Por lo que su quehacer y ministerio no se iban a llenar de participaciones entre los más poderosos e influyentes. No venía a las mejores familias, ni pretendía vincularse con el poder político, o con el poder religioso, o con el poder económico. Claramente estaba mostrando que su plataforma era desde los más débiles, los necesitados, los que clamaban. Él venía para sanar, liberar, anunciar y salvar a los enfermos, quebrantados y oprimidos.
El otro aspecto que es importante y necesario destacar, también presente en su nacimiento, es la estrategia que adoptó en su gestión ministerial. Su presencia en la escena humana no se iba a caracterizar por el empleo de la fuerza, o la violencia, en alguna de sus formas. Lo que debía hacer y desarrollar no consideraba el uso de armas, de la violencia, o de la proclamación de furibundas proclamas. Más bien, y desde el primer minuto, su mensaje estaba cargado de amor y renuncia a sus derechos. Lo que estaba ocurriendo en aquél pesebre era la materialización misma del amor de Dios por el hombre y la mujer. Y sobre éste aspecto de la no violencia, también fue profetizado por Isaías cuando dijo: “Se le asignó un sepulcro con los malvados, y murió entre los malhechores, aunque nunca cometió violencia alguna, ni hubo engaño en su boca” (Isaías 53. 9).
Mientras estuvo en medio nuestro, toda su vida estuvo marcada por el amor hacia los demás. En el Sermón de la Montaña estableció claramente que Su Reino se caracterizaba por el amor, y en su enseñanza afirmó: “Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la camisa, déjale también la capa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda. Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo… Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y, si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto”. (Mateo 5. 38-48)
Su estrategia y metodología se iba a basar en el amor, en la renuncia, en el sacrificio, por amor a los demás. Su estrategia no serían grandes eventos con parafernalia, luces, humo, escenarios y cobertura periodística. Su estrategia no sería a través de convenios y alianzas, con planes de medios de comunicación.
Su plan de acción se centraba en una forma de vida cuya mayor expresión era el amor. Por eso estaba ahí, en ese pesebre, en un lugar maloliente, rodeado seguramente de bestias y animales. Su vida era la manifestación misma del amor del Padre. ¡Aleluya! ¡Gracias Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.