Reflexión 24 de Noviembre 2020
«El que ama la disciplina ama el conocimiento, pero el que la aborrece es un necio» (Proverbios 12. 1).
En el día de hoy el sabio Salomón nos ubica en el contexto de la sabiduría judía, aquella que entendía que Dios se hacía presente en la vida cotidiana de las personas, por cuanto entendía que «el comienzo de la sabiduría era el temor del Señor; y conocer al Santo era tener discernimiento» (Proverbios 9. 10).
Por eso el verso de hoy valora grandemente la disciplina y el conocimiento, porque ve en ello la bendición de Dios. Salomón, sin duda se refiere al conocimiento de Dios y sus mandamientos porque ello es lo que genera vida.
En una ocasión, Dios le reprochó a Israel de ésta manera, precisamente su ignorancia y desprecio por el conocimiento: «Mi pueblo está siendo destruido porque no me conoce. Así como ustedes, sacerdotes, se niegan a conocerme, yo me niego a reconocerlos como mis sacerdotes. Ya que olvidaron las leyes de su Dios, me olvidaré de bendecir a sus hijos» (Oseas 4. 6).
El conocimiento y la sabiduría, sin duda comienzan y terminan en Dios, porque todo es de Él y para Él.
Por eso el salmista reconocía «Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo» (Salmos 119. 98).
Queridos hermanos y hermanas, busquemos a Dios, conozcámoslo leyendo su Palabra, la Biblia, y paulatinamente iremos adquiriendo conocimiento y sabiduría. Comencemos hoy, de manera disciplinada e intencionada, leyendo y meditando en la Biblia e iremos descubriendo Su carácter, Su voluntad, Sus motivaciones y Sus propósitos.
Pero también iremos conociendo el corazón del hombre y la mujer, su arrogancia, egoísmo y vanidad y comprenderemos la Gracia y Amor de Dios que, a pesar de éstos pecados, se manifiestan cada día en nuestra vida. Increíblemente iremos adquiriendo sabiduría, porque con la ayuda de Su Espíritu sabremos cómo vivir delante de Él.
Oremos hoy a Dios en ésta dirección, para que nos ayude a desarrollar hábitos de disciplina en orden a leer y meditar en la Biblia diariamente y, junto con la oración, apartar un tiempo a solas con Él. De otra manera NO ES POSIBLE pensar en vivir la vida cristiana y el discipulado en Cristo ante tanta “presión” y “oposición” por las cosas de Dios. Si no lo logramos seguiremos siendo cristianos “culturales”, o cristianos “por herencia”, con vidas con muy poco poder del evangelio con el riesgo de que Dios también diga de nuestra generación “Mi pueblo está siendo destruido porque no me conoce” (Oseas 4. 6). ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.