Reflexión 26 de Noviembre 2020

«Siempre doy gracias a Dios por ustedes, pues él, en Cristo Jesús, les ha dado su gracia. Unidos a Cristo ustedes se han llenado de toda riqueza, tanto en palabra como en conocimiento» (1 Corintios 1. 4, 5).

Hoy, vemos a Pablo expresando gratitud a Dios por sus hermanos de Corinto. La razón es la Gracia que Él les ha manifestado a través del conocimiento y la palabra que les ha dado. Para Pablo esto es riqueza. ¡Qué sentimientos los del apóstol!

La gratitud a Dios por sus hermanos no se debe a la condición material de ellos, a una eventual prosperidad económica que pudieran haber logrado, sino a la condición espiritual en que se encontraban respecto de su relación con Dios. ¿Qué gratitud más “rara” para éste siglo verdad? Sobre todo, cuando nuestra cultura solo privilegia logros económicos, académicos, políticos o sociales, entre otros.

La gratitud del apóstol, sin embargo, refleja implícitamente lo que realmente es importante en la vida, aquello que es trascendente y eterno en una relación con Cristo. Jesús lo expresó bellamente en su enseñanza del Sermón de la Montaña en dos ocasiones, cuando expresó: «Así que no se preocupen diciendo: «¿Qué comeremos?» o «¿Qué beberemos?» o «¿Con qué nos vestiremos?» Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo 6. 31-33). Jesús apuntó a la ansiedad y afán que genera en nosotros lo material y que nos lleva a confundir lo “importante” de lo “urgente”.

Pero también nuestro Señor se refirió al “esfuerzo” que genera en nosotros alcanzar ciertos logros desviándonos de la motivación de luchar por obtener el “verdadero tesoro”, y dijo: “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mateo 6. 19-21). Todo el esfuerzo humano por obtener, conseguir y acumular en ésta tierra cuando, definitivamente, todo es pasajero y fungible; a diferencia de lo espiritual, cuyo origen es Dios mismo que nos lleva a “acumular” en el cielo, donde todo es eterno. Es cómo una pregunta que Jesús hoy nos hiciera, “¿qué es lo verdaderamente importante para tí?”.

Por eso Pablo se alegra y agradece a Dios por sus hermanos de Corinto. Eran «ricos» pero la riqueza de ellos no era material, eran abundante en el conocimiento y en la palabra de Dios.

¡Qué lección para nosotros hermanos y hermanas! Pidámosle a Dios poder discernir lo realmente importante en nuestra vida, privilegiando todo lo de Él y no lo nuestro, aunque tenga la mejor intención, de modo que cambiemos nuestros parámetros de logros y realizaciones. ¿Acaso no queremos ser discípulos de Cristo?

Pr. Guillermo Hernández P.