Reflexión 28 de Julio 2020

“Muchos son los que dicen: «¿Quién puede mostrarnos algún bien?» ¡Haz, ¡Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro!” (Salmo 4. 6).

En el verso de hoy pareciera que el salmista interpreta la frustración y desazón de muchos que, en su época, observaban los acontecimientos que sucedían, llevándoles a expresar con un profundo pesimismo “¿quién puede mostrarnos algún bien?”. Muy probablemente la violencia, el abuso y la corrupción de la época, entre otros, había provocado en ellos una total desesperanza, hasta el grado de no creer en la posibilidad cierta de encontrar “algo bueno y positivo” con la fuerza de devolverles la confianza y el optimismo.

En rigor a la verdad, pareciera que hoy estamos viviendo algo muy similar en nuestra sociedad. Recurrentes manifestaciones de corrupción a todo nivel, la realidad de una cultura violenta, y la presencia de una injusticia social que ha llevado a muchos a experimentar la pobreza, además de la evidente crisis de las Instituciones, ha hecho que muchos desconfíen y duden. “Actores” en la política, en la iglesia, en la empresa privada, en los organismos policiales, en el Estado, en la justicia, por ejemplo, no son creíbles para una gran cantidad de personas.

Como lo expresó un ex Pdte. de la República en julio del 2016 en entrevista a un periódico: Estamos todos cuestionados, cualesquiera sean nuestras posiciones y cargos. Es cosa de verlo. Las colusiones lastimaron mucho al sector privado. Es difícil no hablar de captura del aparato del Estado cuando en algunas reparticiones las jubilaciones se arreglan con mañas. La Iglesia, que era parte de la reserva moral del país, quedó golpeada a raíz de los abusos. Y no hablemos de lo ocurrido en el fútbol, justo cuando estábamos celebrando los triunfos de La Roja. ¿En quién confiar? ¿Desde dónde hay que comenzar a reconstruir? Se darán cuenta ustedes -le decía a mi audiencia en la masonería- que combatir la colusión, la corrupción, los abusos, los privilegios al día de hoy ya no es una agenda de derecha ni de izquierda, sino que responde a la necesidad de llamar a un gran encuentro nacional de todos -sí, de todos- para recuperar la confianza”.

Sin embargo, ésta realidad que se percibe como una creciente amenaza trayendo un endémico pesimismo económico, político, moral, social y religioso, debe ser percibido por la Iglesia de Dios como una tremenda oportunidad.

Dios nos ha dado el privilegio de vivir en ésta generación donde si bien es cierto prolifera la corrupción, la pobreza, el abuso, la violencia, y la injusticia, es el terreno propicio, incluso fértil para que el Reino de Dios se haga presente y se extienda, manifestando la paz, la reconciliación, la solidaridad, la justicia, la esperanza y la misericordia.

Mientras muchos hoy probablemente gritan desesperanzadamente: ¿Quién puede mostrarnos algún “bien”?, ¿realmente existe? La Iglesia de Dios debe clamar: ¡Haz, Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro!, pero no con el propósito de marginarnos o diferenciarnos de aquellos que no le conocen, sino más bien que la luz de Cristo, Su Presencia en nosotros, nos impulse a asumir el desafío de llevar la esperanza, el consuelo, la justicia y la paz de Dios en medio de ésta sociedad, encarnando el evangelio de Cristo como testimonio de una “nueva humanidad” en Él, haciendo evidente la presencia de Dios en su Iglesia, porque “sólo Su presencia hace la diferencia”.

Y este testimonio debe traducirse en el “bien” que la humanidad necesita y busca.  Como lo expresa el libro de los Hechos respecto de la Iglesia de los primeros cristianos en Jerusalén cuando señala,“No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos (Hechos 2. 46, 47)

“Que brille sobre nosotros la luz de tu rostro Señor”, precisamente para anunciar en todo lugar y en la posición que nos has dado, que el ser humano no está “determinado” por sistemas ni ideologías políticas, sociales, o religiosas, porque en ti hay “resurrección a una nueva vida” no solo espiritual sino también moral, familiar y social. Tu Reino trae, en medio del caos, la justicia, la paz, el amor y la verdad. ¡Gracias Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.