Reflexión 28 de Noviembre 2020
«Dichosos los que van por caminos perfectos, los que andan conforme a la ley del Señor. Dichosos los que guardan sus estatutos y de todo corazón lo buscan» (Salmos 119. 1, 2).
El salmista expresa hoy un profundo y sincero sentimiento que siente su corazón, al pensar en aquellos que buscan y obedecen la Palabra de Dios. Él considera que éstos viven en una condición de vida plena y por ello los llama “dichosos”, ya que cuentan con el favor de Dios; no son ignorados ni desconocidos para el Señor; la dicha de ellos proviene, precisamente, de la paz y de la sabiduría que reciben de Su palabra para vivir sus vidas; son capaces de vivir recta e íntegramente. El salmista le atribuye, sin duda, un poder sobrenatural a la Palabra de Dios pues considera que ella es capaz de moldear e influenciar la vida de un hombre, o una mujer, para su bien.
En otra parte de este mismo Salmo, el poeta escribió: «Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero» (Salmos 119. 105), reconociendo el poder de la Palabra de Dios al ser capaz de guiarle en su vida, actuando como una verdadera luz que muestra el “camino” por donde sus pasos deben transitar; palabra poderosa que lo guía a dar pasos seguros pues hasta le advierte de los peligros, ¿acaso esto no es sabiduría?
Pero lo desafiante, es que el salmista, además, manifiesta la sumisión y la obediencia como respuestas necesarias a ésta Palabra, requisitos imprescindibles que evidencian la fe en ella.
En consecuencia, una Palabra poderosa, inspiradora, que guía la vida a través de la sabiduría que imparte, pero que requiere sumisión, fe y obediencia. No es mágica, ni pretende serlo, pues Dios precisamente busca de sus hijos éstas tres virtudes por cuanto generan una hermosa dependencia en Él. Y no puede ser de otra manera ya que somos de Él y para Él. Como lo escribió Pablo a los hermanos en Roma «Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos» (Romanos 14. 8).
Hermanos y hermanas queridos, roguemos hoy a Dios que nos ayude a comprender lo esencial y urgente que resulta ser, el conocer y meditar su Palabra, precisamente en éstos días plagados de incertidumbre, de un sincretismo que mezcla variadas y erradas doctrinas e ideologías que confunden, donde lo “malo” es considerado “bueno”, y lo “bueno es considerado “malo”. Debemos comprender que la Biblia, la Palabra de Dios, es la que fortalece nuestra fe, y nos guía a entender la urgencia de obedecerle en humildad y sujeción para vivir la vida con sabiduría agradándole en todo. ¡Ten misericordia Señor y ayúdanos!
Pr. Guillermo Hernández P.