Reflexión 28 de Septiembre 2020
“Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención” (Efesios 4. 29, 30)
En esta oportunidad nos encontramos frente a algunos versos de la carta escrita por el apóstol Pablo a la iglesia en Éfeso. Carta escrita entre los años 60-62 d. C. aproximadamente, probablemente desde Roma. Es una carta breve pero muy profunda que plantea la gran obra de Dios al haber creado una nueva humanidad en Cristo y Pablo lo expresa de manera categórica un poco antes, de ésta manera: “…pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos (judíos y gentiles) una nueva humanidad al hacer la paz…” (Efesios 2. 15).
Pero ésta “nueva humanidad” debía demostrar ante la sociedad y cultura una nueva “moral” que debía traducirse en un nuevo comportamiento con costumbres, normas y prácticas muy diferentes a las que normalmente se observaban en la cultura imperante.
Los integrantes de ésta “nueva humanidad” no debían expresar tan sólo un nuevo conocimiento, un nuevo “corpus” de contenido e información, sino que debían plasmar en sus vidas una nueva conducta que debía evidenciarse hasta en la forma de hablar, en los argumentos y expresiones del hablar habitual.
Increíblemente, el apóstol manifestaba a través de ésta exhortación lo avasallante que debía llegar a ser el evangelio en la vida de los creyentes por cuanto debía necesariamente modificar, aún, la manera en que debían hablar. Por ellos es que Pablo afirma categóricamente: “Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan…”.
Pertenecer a ésta “nueva humanidad” obligaba a una forma distinta de vivir que afectaba la manera en que cada integrante se relacionaba con sus “pares”, donde el hablar y la forma de hacerlo, era gravitante por cuanto el “creyente” estaba llamado a edificar y bendecir no sólo a sus interlocutores sino también a todos “quienes escuchaban”.
Pablo reiteradamente les hizo presente a los efesios el desafío de vivir de manera diferente en medio de la sociedad que los rodeaba, pero no alimentando en ellos el marginarse o el huir de la realidad que los rodeaba, sino más bien a “ser diferentes”. La “nueva humanidad” en Cristo no estaba llamada a ocultarse o esconderse, sino a mostrar una forma de vida distinta por cuanto ello se transformaba en un testimonio vivo y concreto de la realidad del “nuevo hombre” y la “nueva mujer” creados en Cristo.
Por ello es que Pablo reiteradamente hace presente a los efesios su exhortación a vivir de manera diferente, y les dice: “les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido…” (Efesios 4. 1), y les reitera más adelante“Así que les digo esto y les insisto en el Señor: no vivan más con pensamientos frívolos como los paganos. (Efesios 4. 17), y una vez más “Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios, sino como sabios…” (Efesios 5. 15). Y en éste llamado a vivir diferentes, las palabras a pronunciar eran claves, pues ellas debían bendecir y edificar y por ningún motivo destruir y maldecir. Incluso estaba en juego la realidad del Espíritu Santo con el riesgo de ofenderlo o insultarlo al no tener cuidado de la manera en que debían expresarse.
¡Qué manera de tomar en serio a Dios y su obra, en el corazón y la vida de los suyos! De manera concreta se les pedía cuidar las palabras en el trato con los demás, porque en ello estaba involucrado la armonía con el Espíritu Santo que cada uno debía cuidar.
Hermanos y hermanas queridos, que importante exhortación para nosotros en el día de hoy. Un llamado a cuidar nuestro hablar, un llamado a elegir cuidadosamente las palabras de modo de no destruir o maldecir, un llamado al dominio propio y la paciencia en el trato con el “otro” comenzando con nuestro cónyuge y familia. Un llamado a testimoniar cotidianamente la realidad de Cristo en nosotros a través de la palabra que decidimos pronunciar porque así damos testimonio de que pertenecemos a ésta “nueva humanidad” creada en Cristo. ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.