Reflexión 29 de Julio 2020
“… pero el Señor me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.» (2 Corintios 12. 9a).
“No necesitas estar sano……lo que necesitas es mi Gracia”, palabras dichas por Dios a Pablo en el quebranto y dolor del apóstol debido a una enfermedad que, probablemente, afectaba su vista producto del encuentro con Jesús, camino a Samaria, cuando quedó ciego por tres días (Hechos 9. 1-9).
Pero recordando el llamado de Pablo, y lo que fue su vida, Dios tenía un propósito para él: la predicación del evangelio al mundo gentil, a los “no judíos”. Y para ello lo equipó con el poder de su Espíritu, y con la revelación y sabiduría necesarias. Dios lo cuidó y lo acompañó, y para que no se envaneciera como consecuencia de las revelaciones que recibió, permitió en él el sufrimiento. El mismo apóstol lo compartió a los hermanos de Corinto en su segunda carta, cuando les escribió “Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara (2 Corintios 12. 7). Sin embargo, Pablo lo entendió perfectamente y por eso expresó “… sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito” (Romanos 8. 28).
Jesús vivió la misma experiencia, y en Getsemaní exclamó, “Abba, Padre, todo es posible para ti. No me hagas beber este trago amargo, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Marcos 14. 36). Y fue así cómo vivió el profundo dolor de la crucifixión, porque en ello había un propósito de su Padre para alcanzar con la salvación y la vida eterna, a millones de personas a través de la historia. Y este propósito se perfeccionaba a través de su Hijo Jesucristo. Pablo lo expresó de ésta manera: “Porque, así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo (Jesucristo) muchos serán constituidos justos” (Romanos 5. 19)
El libro de Hebreos lo expresa bellamente, “Sin embargo, vemos a Jesús, que fue hecho un poco inferior a los ángeles, coronado de gloria y honra por haber padecido la muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió resulta en beneficio de todos. En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos (Jesucristo) (Hebreos 2. 9, 10).
Nosotros no estamos exentos ni del sufrimiento, ni de los propósitos de Dios para nuestra vida. Bien lo dijo el salmista, “El Señor cumplirá en mí su propósito” (Salmo 138. 8). Por ello es que al igual que Jesús y el apóstol Pablo, debemos tener paciencia y fe en las etapas de dolor, confusión, angustia y sufrimiento que nos toca vivir. Creer que nuestras circunstancias no han escapado al control de Dios y que ello redundará para nuestro bien porque hay un propósito superior de nuestro Padre, quién además no nos ha dejado solos, es esencial. Su Gracia nos sostiene. En nuestra debilidad, su poder se perfecciona orientando nuestra vida hacia su voluntad.
Hermanos y hermanas queridos, sin lugar a duda los actuales tiempos han sido difíciles, y no pocos han debido enfrentar circunstancias que nunca se imaginaron vivir, pero debemos creer que Dios nos está conduciendo hacia un propósito superior de bendición, comenzando con nuestra propia madurez espiritual y el robustecimiento de nuestra fe, como lo expresó el apóstol Pedro: “El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada (purificada) por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele. Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso, pues están obteniendo la meta de su fe, que es su salvación (1 Pedro 1. 7-9). ¡Ayúdanos Señor a esperar en ti con renovados bríos!
Pr. Guillermo Hernández P.