Reflexión 29 de OCtubre 2020
“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría.” (Salmo 90.12).
El pasaje de hoy es parte de un salmo que escribió el patriarca Moisés donde reconoce la eternidad de Dios y lo expresa en el verso 2 cuando escribe “Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios”; pero en éste salmo también reconoce lo frágil y finito que es el ser humano, lo débil y temporal que es su existencia, y escribe al respecto “Arrasas a los mortales. Son como un sueño. Nacen por la mañana, como la hierba que al amanecer brota lozana y por la noche ya está marchita y seca” (Salmo 90. 5, 6).
¡Qué diferencia, que contraste! Lo eterno y lo infinito, ante lo breve y frágil. ¿Cómo comparar lo eterno de Dios, con lo pasajero que es la vida humana?; por ello Moisés lo reitera un poco más adelante señalando “… se esfuman nuestros años como un suspiro” (Salmo 90. 9).
Y asumiendo ésta indudable realidad, de manera muy humilde, y reconociendo la infinita diferencia entre el “Alfarero” y la “arcilla”, Moisés le pide a Dios la sabiduría para vivir sabia y correctamente en aquél efímero y temporal tiempo que Dios le permita vivir.
El patriarca sabía que su vida era brevísima, pero a pesar de ello también sabía que podía ser muy fructífera, siempre y cuando reconociera la ayuda y dirección de Dios en él, en sus decisiones, en sus actos, en sus motivaciones, en sus prioridades y en sus pensamientos.
Pero el anhelo y humildad de Moisés ¿es el nuestro también? Aquello a lo cual cada día le destinamos tiempo, recursos, atención y prioridad, ¿es lo realmente importante y significativo en nuestra vida?, ¿somos sabios al dirimir lo importante de lo urgente? Sin duda que racionalmente creemos poder responder afirmativamente, sin embargo, Jesús desnudó el alma humana confrontándola de ésta manera: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6. 21), sincerando lo que muchas veces omitimos, ignoramos o no queremos reconocer, al destinar todo nuestros esfuerzos y recursos a personas, actividades, anhelos y metas que finalmente ocupan nuestra mente y nuestra atención, relegando a un segundo lugar lo más significativo e importante para una plenitud de vida como una sólida relación con Dios, con el cónyuge, con la familia,
Si bien el tiempo que hoy estamos viviendo pareciera ser agresivo, amenazador y violento, con un confuso pronóstico rodeado de temor, es esencial clamar a Dios de la misma manera que lo hizo Moisés: “Señor enséñame a saber que soy finito, que mi vida en algún momento terminará cuando tú lo digas, pero en el tiempo de vida que me des, que pueda discernir lo que viene de ti, obedeciéndote y amándote, que pueda ser sabio, prudente, justo, discreto, recto, pacificador, solidario, cultivando aquellas relaciones tan importantes como la familia y los amigos; en definitiva Señor, que el fruto de tu Espíritu como lo son el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la humildad y el dominio propio se manifieste en mí, para tu Gloria”.
Dios nos ha dado el privilegio de vivir en éste tiempo, no lo desperdiciemos; levantémonos hoy con alegría y gratitud en medio de los nuestros, y hagamos ésta oración buscando en Él la ayuda para vivir sabiamente, y así glorificarlo en el día de hoy, porque puede que mañana ya no estemos. ¡Ten misericordia de nosotros Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.