Reflexión 30 de OCtubre 2020

No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12. 2)

En su carta a los hermanos en Roma, el apóstol Pablo concluyendo su reflexión y enseñanza sobre el evangelio que ha expuesto entre los capítulos 1 al 11, los insta a disponer sus vidas en obediencia a éste. En el verso anterior al que hoy nos inspira, les ha dicho: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Romanos 12. 1).

En consecuencia, el apóstol les anima a ofrecer sus vidas, sus cuerpos, como verdaderos santuarios para Dios, pero no como una experiencia mística, abstracta, exclusivamente privada y personal. Muy por el contrario, Pablo entiende el evangelio como una experiencia con Dios, a través de Jesucristo, que les permite nacer a una nueva vida.

Pero el apóstol también les recuerda que esta nueva vida se verá sometida a la tensión y presión de una sociedad y cultura que rechaza y niega, sistemáticamente, todo lo que provenga de Dios desafiándolos reiteradamente y haciéndoles tomar decisiones con sus consecuencias.

Para el apóstol, el evangelio se vive cada día de cara a éste mundo, resistiendo su influencia y luchando con nuestras debilidades. Sin embargo, Pablo entiende que podemos y debemos ser y vivir diferentes. No debemos dejar que nos “domestiquen”, ni auto-engañarnos acomodándonos a la forma de vida que nos rodea, y que se sostiene y sustenta en principios que no son del Evangelio.

El mundo actual y sus prácticas se construyen desde los derechos y la justicia del hombre y la mujer, sin Dios. Por lo que de manera normal y fluída las manifestaciones del egoísmo, la violencia, la injusticia, la corrupción y la sensualidad, cómo muchas otras, se aceptan sin reparos y se perciben como habituales. Y esto ya plantea un escenario radicalmente opuesto al Reino de Dios, que se sustenta en Su justicia, y se nutre en la realidad de Cristo y su amor.

Por eso hoy se nos llama a renovar permanentemente la mente, no permitiendo que aceptemos como bueno lo que es malo, y cómo malo lo que es bueno; y esto lo hace Dios a través de su Palabra y su Espíritu, para ser capaces de vivir como testigos y embajadores de Él haciendo su voluntad.

En consecuencia, nuestra vida espiritual, y todo nuestro ser, al ser transformado por Dios, no puede ni debe esconderse, pues estamos llamados a ser “sal y luz”. Sal que no puede desvanecerse, ni luz ocultarse (Mt. 5. 13-16). ¡Padre Amado, ayúdanos!

Pr. Guillermo Hernández P.