Reflexión 31 de Agosto 2020
“Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes…” (Romanos 8. 8, 9a)
Hoy podemos leer un hermoso texto que desafía nuestra vida. Se encuentra en la carta del apóstol Pablo a los hermanos en Roma, carta escrita aproximadamente en los años 60 y, probablemente, desde la ciudad de Corinto.
En esta carta, Pablo, además de expresarles su deseo de visitarles en su viaje hacia España para seguir predicando el Evangelio, comparte con los hermanos una extensa y profunda reflexión sobre lo que es el Evangelio de Cristo, y es en este contexto que desarrolla en este capítulo ocho, lo que significa vivir en el Espíritu.
El apóstol, tal vez consciente de la dificultad que significa entender y vivir una vida en el Espíritu, desarrolla su reflexión haciendo notar la relevancia de las múltiples decisiones de vida, de todo tipo, que cada día tomamos, y que van conformando una marcada tendencia en el desempeño de nuestra vida ante los ojos de Dios. Decisiones, eso sí, que debieran estar fuertemente influenciadas por la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, “si es que habita en nosotros”, como irónicamente pareciera escribirlo Pablo.
Al respecto, el apóstol les escribe un poco antes: “Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu” (Romanos 8. 5), haciendo presente la relevancia de las decisiones que finalmente tomamos y que oscilan entre agradar a Dios, o agradar nuestra naturaleza pecaminosa.
A los hermanos en Galacia, abordando esto mismo, les escribió, “Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. Porque esta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren” (Gálatas 5. 16, 17). Claramente, el apóstol Pablo también les hace entender el conflicto que se produce entre el querer agradar a Dios, y el querer satisfacer la naturaleza humana pecaminosa; el apóstol afirma categóricamente: “ustedes no pueden hacer lo que quieren”.
Uno de los grandes problemas en una relación diaria con Dios es, precisamente, nuestra “carne”, entendida como aquella expresión de nuestro ser donde construimos los deseos, los anhelos, las motivaciones, las prioridades, los hábitos y costumbres que satisfacen nuestro “yo”, y que se oponen y luchan con lo que a Dios le agrada. El apóstol Pablo es muy directo y señala que todas esas manifestaciones no agradan a Dios.
Pero Pablo también señala enfáticamente, que los santos viven según el Espíritu, porque éste vive en ellos. Entonces, si creemos que el Señor mora en nosotros, es importante ponderar la calidad de las decisiones que cada día tomamos, sabiendo que de ésta manera construimos paulatinamente una relación íntima y de comunión con el Espíritu Santo.
Hermano y hermanas queridos, esta enseñanza no nos quiere apartar de la realidad concreta que cada día vivimos poniéndonos en permanente conflicto, permanentemente reprimidos, sino más bien nos quiere animar a desarrollar una relación de vida fructífera y estrecha con nuestro Dios por cuanto su permanente influencia nos asegura una vida abundante de paz con proyecciones eternas. ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.