Reflexión 31 de OCtubre 2020
“¡Dios es mi salvación! Confiaré en él y no temeré. El Señor es mi fuerza, el Señor es mi canción; ¡él es mi salvación!” (Isaías 12. 2)
¡Qué hermosa expresión nos entrega hoy la Biblia! Está en el contexto de la historia del pueblo de Israel y su relación con Dios. Siempre fue un pueblo obstinado, rebelde, e incluso incrédulo, que Dios tuvo que castigar varias veces, cómo los 40 años que tuvieron que caminar por el desierto, y el posterior cautiverio de 70 años que sufrieron en Babilonia. Sin embargo, siempre clamaban a Dios por su ayuda. Por eso es que un poco antes el profeta Isaías reproduce: “En aquel día tú (Israel) dirás: «Señor, yo te alabaré aunque te hayas enojado conmigo. Tu ira se ha calmado, y me has dado consuelo» (Isaías 12. 1).
¡Qué increíble amor y paciencia de Dios! Siempre les ayudó, siempre les auxilió, su corazón nunca fue indiferente al dolor y la angustia de ellos. Incluso, en una oportunidad les dijo por medio de éste mismo profeta, cuando ellos estaban desesperanzados en el cautiverio en Babilonia: «Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares desolados» (Isaías 43. 18, 19).
Hermanos y hermanas queridos, es a éste mismo Dios al que adoramos, obedecemos y amamos, y la Biblia nos enseña que ¡¡¡Él no cambia!!!, por lo que su paciencia y bondad también hoy nos alcanza, como lo experimentó el pueblo de Israel. ¡Aleluya!
¿Acaso no nos ha cuidado, acaso no nos sustenta diariamente, acaso no nos fortalece, acaso no es nuestra esperanza también?
Hoy, en situaciones tan complejas y difíciles de vida, hemos podido apreciar su permanente cuidado y provisión, a pesar de que muchas veces pareciera que la fe tambalea, que el temor aflora, o que la ansiedad nos desborda, pero su fidelidad es a “toda prueba”, porque cuando clamamos Él nos oye, nos alienta, nos perdona y permanece a nuestro lado. ¡Gracias Señor!
Por eso es que el cántico y poema que hoy leemos también debe ser el nuestro, pues Él también es nuestra salvación, nuestra confianza y nuestra fuerza. ¡Aleluya! Gracias Señor… Cómo dijo el salmista: “No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades. Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro” (Salmos 103. 10-14). ¡Gracias Señor!, ¡Cómo no amarte!
Pr. Guillermo Hernández P.