Reflexión 16 de Junio 2020
“Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar; aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia retiemblen los montes” (Salmo 46. 1-3).
El texto de hoy es una verdadera inyección de esperanza y ánimo a la vida humana, sobre todo en el “hoy” que la humanidad vive. Como ya lo hemos dicho, toda el avance tecnológico y científico, todo el desarrollo económico alcanzado en el mundo, rendidos a los pies de un virus microscópico que ha sincerado la frágil estructura de poder y prosperidad construido por el hombre. Pero ésta triste realidad ha provocado en el alma humana mucho temor e incertidumbre, generando tal nivel de ansiedad que la preocupación por la salud de la población alcanza hoy también a la salud mental que se ha visto seriamente deteriorada por el aislamiento y la distancia social, sumado a lo anterior.
Pero el salmista, que no tuvo acceso al desarrollo tecnológico del hombre postmoderno, ha resuelto su indefensión. Su amparo y fortaleza es Dios. Su socorro y ayuda en los momentos de angustia es Dios. No nos dice que vive en una burbuja donde no hay tribulación. Nos dice que cuando venga la tribulación y sea de tal magnitud que ninguna defensa humana pueda contenerla, no temerá porque su confianza está puesta en Dios.
Pero si consideramos mas reflexivamente el texto, nos daremos cuenta que comienza con una declaración sobre quién es Dios para el salmista y para quiénes él representa, por cuanto su lenguaje es comunitario. Para ellos “Dios es…amparo”, “Dios es… fortaleza”, “Dios es… nuestra ayuda segura”; en otras palabras, hay un conocimiento de quién es Dios desde sus experiencias de vida. Dios les es conocido porque Su presencia y Su protección han estado en sus historias de vida.
La clave para entender éste conocimiento en ellos, nos la da el conector “por eso” que da inicio a la segunda parte del texto. El “por eso” es concluyente, refleja que no tienen ninguna duda y por ello es que en ésta segunda parte, precisamente para otorgar expresivamente todo el crédito a Su Dios, plantean un escenario extremo, catastrófico, por cuanto es tal la fe en ellos y el conocimiento que tienen de Él, que pase lo que pase, aseguran que no tendrán temor porque les protege y les fortalece.
¡Qué victoria más rotunda! Y cuan necesaria es hoy. Al igual que ellos, también hoy puedes experimentar la ausencia de temor, pase lo que pase. Para ello, no basta que sepas de Dios, sino que debes “conocerlo” en la experiencia diaria de tu vida, conocer y creer en sus promesas contenidas en la Biblia. De lo contrario, siempre te va a atemorizar la amenaza, la tribulación, el temor, la incertidumbre.
Te animo a descansar hoy en esta verdad bíblica porque también te alcanza. Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos, de modo que puedes depositar en Él toda tu confianza, pase lo que pase. ¡Señor, enséñanos a confiar en ti!
Pr. Guillermo Hernández P.