Reflexión 02 de Septiembre 2020
“Luego de examinar la situación, me levanté y dije a los nobles y gobernantes, y al resto del pueblo: «¡No les tengan miedo! Acuérdense del Señor, que es grande y temible, y peleen por sus hermanos, por sus hijos e hijas, y por sus esposas y sus hogares». (Nehemías 4. 14)
El texto de hoy corresponde a la arenga dada por Nehemías a los judíos con los cuáles había comenzado la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, debido a la amenaza de los que se oponían a que se volviera a fortificar la ciudad.
Nehemías fue el copero del rey persa Artajerjes, quién gobernó entre los años 465-424 a.C., y al enterarse de la destrucción de los muros de Jerusalén se volcó en ayuno y oración, buscando de Dios la dirección con el propósito de volver a Jerusalén y reconstruirlos. Después de orar y ayunar a Dios por 4 a 5 meses, tuvo la oportunidad de presentar al rey su plan quién lo acogió y le otorgó la ayuda necesaria para volver a Jerusalen y reconstruir los muros.
Sin embargo, desde el comienzo tuvo mucha oposición por parte de los enemigos del pueblo de Judá, quiénes le resistieron y conspiraron en su contra. No obstante, Nehemías se mantuvo fiel a su compromiso con Dios, de disponer su vida para la reconstrucción de la ciudad. Tanto era su pasión y compromiso con Dios, que no solo dejó su trabajo y una posición de privilegio al pertenecer al círculo de confianza del monarca persa, sino que también hizo frente a los múltiples problemas con los cuales se enfrentó; y uno de ellos se ve reflejado en los versos de hoy. Los versos que describen el contexto en que Nehemías pronuncia este discurso de ánimo es: “Pero, cuando Sambalat y Tobías, y los árabes, los amonitas y los asdodeos se enteraron de que avanzaba la reconstrucción de la muralla y de que ya estábamos cerrando las brechas, se enojaron muchísimo y acordaron atacar a Jerusalén y provocar disturbios en ella… y maquinaban: ‘Les caeremos por sorpresa y los mataremos; así haremos que la obra se suspenda” (Nehemías 4. 7, 8, 11).
Pero Nehemías no sólo pronunció el discurso motivacional que al comienzo leímos sino que, al enterarse de la amenaza del ataque, instó al pueblo a orar, y ese momento su relato lo describe así: “Oramos entonces a nuestro Dios y decidimos montar guardia día y noche para defendernos de ellos… así que puse a la gente por familias, con sus espadas, arcos y lanzas, detrás de las murallas, en los lugares más vulnerables y desguarnecidos” (Nehemías 4. 9, 13). Finalmente, Dios acompañó y protegió a Nehemías y al pueblo en la reconstrucción de los muros que demoraron en levantar 52 días (Nehemías 6. 15).
Sin embargo, es importante apreciar algunos elementos en estos versos que hoy les he compartido. Lo primero, es la renuncia de Nehemías a su círculo de seguridad, bienestar y comodidad cómo copero del rey, para hacerse cargo de un “proyecto” de reconstrucción arriesgado y complejo que le significó esfuerzo, sacrificio y mucha dependencia de Dios. Lo segundo que podemos apreciar, es como su liderazgo se expresó desde su relación con Dios, animando y contagiando al pueblo en la misma dirección; la expresión: “¡No les tengan miedo! Acuérdense del Señor, que es grande y temible”, no solo refleja su convicción, sino también su deseo que los demás comprobaran la protección y ayuda de Dios. Lo tercero,es la motivación que lo hace luchar y perseverar, creyendo en todo momento en la compañía de Dios, pero entendiendo que debía hacerlo por los hijos, el hogar, la familia; una fe absolutamente “aterrizada”, concreta. Y lo cuarto, es la hermosa combinación que hace Nehemías en su vida entre lo espiritual y lo contingente, lo vivencial: ora a Dios, pide su ayuda, pero también desarrolla una estrategia de defensa con inteligencia y coraje, asumiendo a través de la fe, que Dios estaba con él.
Hermanos y hermanas queridos, hoy les he compartido el relato de alguien, Nehemías en éste caso, que aceptó la inquietud que Dios puso en su corazón, que dirigió todo su quehacer hacia ese llamado con fe, con pasión, con compromiso y decisión, y lo hizo enfrentando riesgos y amenazas porque no tenía ni la más mínima duda que Dios le sostenía e iba con él. Un hombre de fe y oración, que incorporó su espiritualidad a la vida diaria y cotidiana, a pesar de lo difícil, riesgosa y amenazante que fué.
Que Dios nos ayude en el día de hoy a mirar a nuestro entorno y apreciar lo que debemos reconstruir en nuestra vida y en nuestras relaciones, de modo de asumirlo con la misma fe y actitud que Nehemías, porque el Dios de él que lo ayudó, protegió y fortaleció es el mismo Dios nuestro. ¡Aleluya! ¡Gracias Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.