Reflexión 06 de Septiembre 2020

“Por eso, desde el día en que lo supimos, no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual, para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra…”  (Colosenses 1. 9, 10)

Los versos de hoy, son parte de la carta del apóstol Pablo escrita alrededor del año 60 d.C., a la iglesia de Colosas, ciudad de Frigia ubicada en la provincia romana de Asia. Pablo se encontraba en prisión probablemente en Roma, o tal vez Cesarea, y la similitud de la carta con la de Efesios ha hecho pensar que, probablemente, fueron escritas casi al mismo tiempo.

La preocupación pastoral de Pablo por sus hermanos, le hace orar con un propósito bien definido referido al desafío que tenían, como comunidad de Dios, de dar un testimonio “digno” del Señor, “digno” del evangelio de Cristo. Rogaba a Dios de modo que les ayudara a que pudieran comprender lo relevante, lo estratégico y crucial que era “vivir” conforme a los valores y principios de Su Reino.

La misma preocupación, Pablo la hizo presente a los hermanos en Efeso cuando les dijo “Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido…” (Efesios 4. 1), confirmando uno de los rasgos característicos de las cartas de Pablo a las iglesias de Asia Menor, su insistencia por el testimonio de vida que, como “Nueva Creación de Dios”, debían dar ante una sociedad incrédula, pagana e idólatra.

Pablo había oído de la fe de los hermanos de Colosas y del amor que tenían por sus hermanos (Col. 1. 4); el evangelio que ellos habían escuchado y creído, ya estaba dando “frutos”, escribe el apóstol (Col. 1. 6); y a propósito de este testimonio que ya estaban reflejando como comunidad de Dios en Colosas, el apóstol les recuerda que también tenían una responsabilidad y compromiso con aquellos que no eran de la iglesia, con aquellos que los observaban. Compromiso que surgía desde la misma intención de Dios de dar a conocer Su evangelio, el evangelio de Cristo a todo el “mundo”, y por ello Pablo oraba, para que comprendieran y obedecieran a esta voluntad de Dios, de modo de agradarle verdaderamente. Incluso Pablo lo reitera de manera directa al decírles “esto implica dar fruto en toda buena obra”.

“Vivir de manera digna el evangelio de Cristo”, “manifestando amor por los hermanos” y “ejerciendo la fe”, no era suficiente como testimonio de vida en una sociedad tan compleja y tan lejos de Dios. Había que incorporar frutos, desarrollar un testimonio a través de una “presencia activa” en la sociedad con una forma distinta de vivir el matrimonio, con una forma distinta de hacer familia, con una forma distinta de hacer negocios, con una forma distinta de trabajar, con una forma distinta de relacionarse con la autoridad, por ejemplo.

¡Que desafío más grande!, llamados y llamadas a vivir una espiritualidad absolutamente conectada con la realidad, una espiritualidad concreta, que se nutre a través de la fe y del conocimiento de la voluntad de Dios, en “actos” y “obras”que desbordan la iglesia, que incorpora la familia, el trabajo, el vecindario, los amigos, etc. cómo lugares de “adoración” y “culto” a Dios, y que dan cuenta del cambio en el corazón, en las motivaciones, en las prioridades del “nuevo hombre” y la “nueva mujer” creados en Cristo. ¡Aleluya!

Hermanos y hermanas queridos, hoy no es diferente. Hay un espacio de testimonio y evangelización en torno a nosotros, que debe ser seriamente considerado, y que nos desafía a examinar nuestro forma de vida, cada día y de manera concreta. Nuestra sociedad está cansada y es incrédula ante prácticas religiosas sin consecuencia de vida, está cansada de la manifestación religiosa muchas veces discriminatoria que hace la iglesia, está cansada e incrédula al observar que nuestra vida y la manera en que la vivimos, realmente no refleja la diferencia con aquellos que están alejados de Dios y Su evangelio. Por ello es que la exhortación de Pablo a los colosenses “vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo”, también hoy alcanza nuestra vida. ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.