Reflexión 09 de Julio 2020

Pero yo clamaré a Dios, y el Señor me salvará. Mañana, tarde y noche clamo angustiado, y él me escucha” (Salmo 55. 16, 17).

Que hermosa y profunda realidad en la vida del salmista. Cuando al parecer otros buscan resolver sus necesidades, sus angustias y conflictos en otros lugares, y a través de otras convicciones, el salmista señala a quién él se dirigirá en busca de ayuda. Sin la más mínima duda afirma “Pero yo clamaré a Dios…”.

Incluso, pareciera que estuviera ante un grupo de personas a las cuales les dice con toda seguridad “no sé ustedes, pero en cuanto a mí …”. Ha tomado una decisión y se las comunica a los demás “a mi Dios clamaré”. Tiene la convicción de que Su Señor le puede ayudar y le busca, mientras los demás quizá buscan otras formas, u otras personas. Tiene muy claro a quién “primero” debe presentar su condición, su necesidad, su dolor. Tal vez los otros podrán buscar ayuda en personas, en instituciones, en amistades, en recursos, pero él decide volcarse en una búsqueda intensa de Dios, por lo que redobla su esfuerzo de oración y clamor, sabiendo que no será en vano porque su Dios “lo salvará”.

Este solo hecho ya nos ayuda a identificar donde podemos recibir ayuda y auxilio cuando más lo necesitemos; incluso es una enseñanza que reiteradamente encontramos en la Biblia, y uno de los textos que lo expresa claramente dice “Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos” (Hebreos 4. 16).

Los versículos previos de este salmo dan cuenta de la crisis que vivía David. No tiene temor ni culpa de expresar su estado de ánimo delante de Dios, y de manera sincera y honesta, como quién le habla a su Padre amoroso y compasivo, expresa: “Escucha, oh Dios, mi oración; no pases por alto mi súplica. ¡Óyeme y respóndeme, porque mis angustias me perturban!… Se me estremece el corazón dentro del pecho, y me invade un pánico mortal. Temblando estoy de miedo, sobrecogido estoy de terror” (Salmo 55. 1-5).

Tal vez mas de alguien podría juzgarlo por su crisis, por su temor y angustia e increparlo por una aparente “crisis de fe”, pero no es así, muy por el contrario, precisamente por su fe en Dios, es a quién busca primero sabiendo que lo ayudará, aún en las condiciones emocionales en que se encuentra.

Esto mismo es lo que enseñó Jesús a sus discípulos en el Sermón de la Montaña cuando dijo “¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! (Mateo 7. 9-11). Dios es el mismo, Él no ha cambiado, por consiguiente, debemos buscarlo con fe y perseverancia, porque solo él nos puede entender y ayudar de acuerdo a su voluntad. Comienza hoy mismo a hacerlo, tarde, mañana y a mediodía, porque con toda seguridad escuchará tu clamor.

El escenario que hoy se vive, sin duda que ha afectado los pensamientos y los sentimientos de las personas provocando alteración en los estados de ánimo y las emociones como la rabia, la alegría, la tristeza y el miedo. Además, muy probablemente también estamos enfrentando alguna carencia económica, familiar, laboral, sin embargo les animo a doblar las rodillas y orar al Dios de la Gracia sabiendo, al igual que el salmista que “… Él nos escucha”. Como también lo expresó en otro cántico “… ¿de dónde ha de venir nuestra ayuda? Nuestra ayuda proviene del Señor…” (Salmo 121. 1, 2).

Pr. Guillermo Hernández P.