Reflexión 12 de Agosto 2020
“La ley del Señor es perfecta, que convierte el alma…” (Salmos 19:7)
Hoy estamos frente a un texto que forma parte de un salmo de David que señala uno de los atributos de la palabra de Dios, su perfección. Pero no lo hace notar como una virtud per se, sin defecto, o sin mancha, o sin arruga, sino que la asocia de manera activa y dinámica con lo que produce en el corazón humano al confrontarlo, exhortarlo y finalmente transformarlo.
Pareciera que Su perfección tiene que ver definitivamente con el efecto y la profunda conversión que provoca en el alma humana. No es una perfección literaria, narrativa, lírica, o de otra clase; su perfección es que tiene tal poder, tal conocimiento del alma humana, tal misericordia y tal amor de Dios, que se transforma en una verdadera muestra de poder que derrota, tal vez lo más duro que pueda existir: el corazón humano.
Pero esta transformación que la ley del Señor, su Palabra, ocasiona en el corazón humano, no lo provoca excluyendo el arrepentimiento, de ahí su poder y perfección por cuanto logra doblegar la tozudez del alma humana para beneficio de ella misma.
La impresión que tenemos del arrepentimiento está muy lejos de ser favorable o invitadora. Sin embargo, la Biblia nos dice que el arrepentimiento es el punto donde comienzan las buenas nuevas que Dios quiere que conozcamos.
El mensaje del evangelio es que nuestra vida, y por consiguiente nuestra esperanza, no están acabadas. Dios tiene un futuro extraordinario para nosotros. El lugar en el que estamos ahora, viviendo lo que ahora estamos viviendo, no es la historia definitiva.
El día de hoy no es para siempre, el cambio es posible. Las relaciones rotas, las deudas enormes, la depresión persistente, las ansias ocultas, los temperamentos violentos, el lenguaje soez, la amargura asfixiante y los temores paralizantes, pueden ser cambiados en el nombre de Jesús. Estas son las buenas nuevas. Nuestros pecados pueden ser perdonados. Nuestro quebrantamiento puede ser restaurado. Y aquí es donde entra el arrepentimiento.
La mayoría de los creyentes se sorprenden al descubrir que el Señor, nuestro Pastor, “convierte [mueve al arrepentimiento] a nuestra alma”. ¡Es lo que hace la Palabra perfecta de Dios en nosotros!
El arrepentimiento es una actividad espiritual que milagrosamente hace que nuestro rostro mire y busque al Señor, quién nos hace caminar hacia un futuro diferente del futuro al que estamos condenados, si nos quedamos en nuestro camino actual. El arrepentimiento no es un arma para condenarnos por dónde hemos estado, sino una invitación poderosa al lugar al que, con entusiasmo, Dios anhela que vayamos.
Hermanos y hermanas queridos, hoy es un buen día para examinar la condición de nuestra alma ante Dios; el arrepentimiento no es un suceso único que ocurrió “alguna vez”, es parte de nuestra permanente condición ante la santidad y majestad de Dios, quién siempre estará atento a conducirnos hacia su buena y perfecta voluntad. ¡Gracias Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.