Reflexión 12 de Octubre 2020
“Se desató entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse. Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron. —¡Maestro! —gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos? Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar: —¡Silencio! ¡Cálmate! El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo” (Marcos 4. 37-39).
Hoy estamos ante un pasaje conocido que describe la tormenta que “sorprende” a Jesús y sus discípulos al cruzar el lago (Mar de Galilea) desde Capernaum a la región de Gadara. Del relato podemos apreciar que Jesús dormía profundamente mientras se desarrollaba la travesía, a diferencia de sus amigos que ante el peligro y el naufragio inminente, estaban asustadísimos por lo que lo despertaron muy afligidos.
Sin embargo, la reacción de Jesús nos da una hermosa enseñanza que podemos retenerla para bendición de nuestras vidas. En ningún momento se siente sobrepasado, descontrolado, muy por el contrario, se aprecia con un control total de lo que estaba sucediendo. Y ante el grito de sus amigos reprende con autoridad al viento y al mar para que se calmaran, “y todo quedó completamente tranquilo”.
En una barca pequeña, en breves minutos y ante sus discípulos, Jesús se manifiesta en su condición totalmente humana al quedarse dormido profundamente rendido por el cansancio, pero al minuto siguiente se manifiesta en toda su dimensión divina ejerciendo autoridad sobre la naturaleza. ¡Qué cuadro mas conmovedor!
No había sorpresa ni descontrol para Él por lo que sus discípulos debían confiar, estar tranquilos y no caer en la desesperación. Precisamente por ésta razón es que Jesús les pregunta con cierto reproche, “¿Por qué tienen tanto miedo?, dijo a sus discípulos, ¿Todavía no tienen fe?” (Mc. 4. 40).
Queridos hermanos y hermanas, quizá esta crisis nos ha tomado a todos por sorpresa, y como algunas autoridades lo han manifestado, se ha ido aprendiendo a enfrentarla “en el camino”. Pero para el Señor, sin embargo, ¡no ha sido en absoluto una sorpresa, nunca ha perdido el control, y todo está bajo su autoridad!
Así como debía cruzar el Mar de Galilea hacia Gadara porque había un propósito en ello (liberación de un endemoniado), hoy en todo lo que apreciamos, si bien pareciera estar en descontrol y confusión, Él es el Señor y, a no dudarlo, hay un propósito que se despejará después que pase ésta tormenta porque hasta en medio de ella, todo sigue bajo su autoridad y control.
¿Será, entonces, que la pregunta que le hizo Jesús a sus discípulos también deba hacérnosla hoy a nosotros?, “¿Por qué tienen tanto miedo?, ¿Todavía no tienen fe?”.
¡Señor, ayúdanos a confiar en ti!
Pr. Guillermo Hernández P.