Reflexión 13 de Noviembre 2020

«Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo…» (2 Timoteo 1. 9)

Hoy se nos revela el misterio de la presciencia de Dios, aquél conocimiento que Él tenía de nosotros antes que las cosas existiesen, para salvarnos y llamarnos a una vida de santidad, que dió cuenta de Su gracia y misericordia, y no de nuestras obras o méritos.

Pablo también se lo compartió a los hermanos de Éfeso, al escribirles: «Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado» (Efesios 1. 4-6)

Dios sabía de nuestra respuesta a Su amor, a través de la entrega de Jesucristo, porque ante sus ojos todo está al descubierto, el pasado, el presente y el futuro. No hay dimensión de espacio ni de tiempo que limite a Dios. Por eso es que su amor y gracia son incomprensibles para nosotros porque, sabiendo de nuestra maldad, Él manifestó paciencia y misericordia. ¡Gracias Señor!

El rey David lo expresó así: «El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor.  No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades. Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro» (Salmos 103. 8-14)

El llamado a una vida santa, consagrada a Él, sólo fue por Su propia obra y gracia, no habiendo mérito alguno en nosotros. Y ésta manifestación maravillosa de Su amor en nosotros Él ya la había previsto antes de la fundación de todas las cosas. Misterio increíble, imposible de entender a cabalidad, sólo alcanzable a través de la fe. ¡Gracias Señor!

Hermanos y hermanas queridos, ¡adoremos y alabemos a nuestro bendito Dios, en el día de hoy!, y al desarrollar nuestras actividades recordémosle permanentemente de modo de honrarlo en nuestros actos, dichos y pensamientos con un corazón humilde y agradecido. ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.