Reflexión 14 de Diciembre 2020

III PARTE

“De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad». (Lucas 2. 13, 14)

Continuamos hoy reflexionando sobre el momento en que los ángeles anuancian a los pastores, mientras pastoreaban sus rebaños, el nacimiento de Jesús el Salvador.

En una reflexión pasada hicimos notar como Dios elige a este grupo de pastores, despreciados y marginados socialmente, para avisarles que Jesús, su Hijo, había nacido conforme a la profecía. Y también observamos el trato que Dios les dispensó a estos hombres: un trato respetuoso y con mucha consideración ya que, sin rodeos, les revela directamente que ese niño que había nacido era el Salvador, el Cristo, el Señor.

Pero hoy quisiera detenerme en otro aspecto que se relata en estos versos, y que es la presencia de una multitud de ángeles que cantaban y alababan a Dios con un estribillo muy particular y muy profundo que decía: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad!”, haciendo notar que la obra de Dios y el cumplimiento de su voluntad, de acuerdo a sus mismas promesas, era celebrado en una esfera para nosotros desconocida, y que la Biblia lo focaliza y rotula como “cielo”.

Los versos nos entregan una hermosa imagen de una multitud de ángeles del cielo, donde precisamente se hace la voluntad de Dios, que le alababan y glorificaban por lo que había sucedido: Jesús, el Hijo de Dios había nacido. El cielo estaba de fiesta y esta nueva obra de Dios era alabada y reconocida por una multitud de ángeles. El plan de Dios en su Hijo, se estaba cumpliendo, por lo que los ángeles entendían que, al igual que en el cielo, en la tierra también se estaba cumpliendo Su voluntad, y esto era motivo de mucha alabanza y adoración.

Pero hermanos y hermanas queridos, no nos debe sorprender la mención que hace el texto al “cielo” por cuanto el mismo Señor Jesús, años después, al inicio de su ministerio, en sus enseñanzas del Sermón de la Montaña relativas a la oración, incorporaba esta esfera de influencia de Dios al enseñarles a orar a sus discípulos así: “Ustedes deben orar así: »“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6. 9, 10), por lo que es posible entender el gozo que había en los ángeles por cuanto la voluntad de Dios se cumplía en la tierra, en su hijo Jesucristo, tal cual estaba planificado y profetizado.

Hermanos y hermanas queridos, estos sencillos pero profundos versos nos hacen presente el compromiso del cielo con los planes de Dios. Toda una realidad sobrenatural y espiritual, sujeta a la voluntad y al propósito de Dios, que también vibra y se expresa con motivo del cumplimiento de la voluntad de Dios en los tiempos y a través de las promesas hechas.

Toda una manifestación sobrenatural de seres espirituales que se revelan a los sencillos pastores, expresando alegría por el cumplimiento de los tiempos, pero también manifestando el fuerte deseo de que aquellos que fueran alcanzados por la buena voluntad de Dios, pudieran experimentar Su verdadera paz, un deseo profético que con Jesús se materializó en todos aquellos que le reconocieron y le han reconocido como el Cristo, el Señor y Salvador de sus vidas; por ello el apóstol Pablo escribió a los hermanos en Roma: “… ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros” (Romanos 5. 1), y la voluntad de Dios era y es que todos reconozcan a Jesucristo como el Señor y Salvador, encontrando así la verdadera paz. ¡Aleluya! ¡Gracias Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.