Reflexión 15 de Noviembre 2020
«Nunca digas: «¡Me vengaré de ese daño!» Confía en el Señor, y él actuará por ti» (Proverbios 20. 22).
Que verdad más vigente y más oportuna para nuestros días, nos da hoy la Palabra de Dios. Confirma cuán comprometido está Dios con nuestra vida y lo que nos sucede, a través de su protección y cuidado, como el buen Padre qué es.
Es un principio transversal en Su Palabra que el apóstol Pablo se encarga de enseñar a los hermanos de Roma cuando les escribe: «No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor» (Romanos 12. 19).
El propio Señor Jesús lo experimentó en su vida terrenal, y el apóstol Pedro lo recordó en su primera carta cuando escribió lo siguiente a algunas iglesias de Asia: «Pero ¿cómo pueden ustedes atribuirse mérito alguno si soportan que los maltraten por hacer el mal? En cambio, si sufren por hacer el bien, eso merece elogio delante de Dios. Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos. «Él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca.» Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia» (1 Pedro 2. 20-23).
Hermanos y hermanas queridos, confiemos en el Señor ya que él se hará cargo de aquellos que nos han dañado. Lo importante es conducirnos ante el daño y la ofensa, a pesar de haber actuado bien, con amor y mansedumbre, cómo lo enseñó Jesús cuando dijo: «Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda. Ustedes han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen…» (Mateo 5. 38-44).
En consecuencia, queridos hermanos y hermanas, el llamado que nos hace Dios a través de su palabra, es detener la “violencia y agresión humanas” con el amor que Él ha derramado en nosotros a través de su Espíritu Santo. Si esa “violencia y agresión” nos alcanzó y dañó, Él se encargará de sus consecuencias haciendo justicia. Pero a nosotros, sus discípulos, sólo nos queda amar y perdonar a los que nos dañaron y ofendieron, porque lo demás lo verá Él.
De aquí surge entonces nuestra súplica por ellos, con compasión, para que Dios los perdone y tenga misericordia de ellos. Cómo Jesús lo dijo en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23. 34). Y Jesús, dijo Pedro, nos dejó su ejemplo para imitarlo, cómo recordamos un poco antes cuando escribió el apóstol:“Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos” (1 Pedro 2. 21).
Que Dios nos ayude a vivir éste principio del Reino de Dios… ¡para Su Gloria!
Pr. Guillermo Hernández P.