Reflexión 16 de Diciembre 2020

PARTE I

“Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el Imperio romano. (Este primer censo se efectuó cuando Cirenio gobernaba en Siria). Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo. También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada. (Lucas 2. 1-7)

Queridos hermanos y hermanas, el texto de hoy nos muestra en toda su dimensión el nacimiento de Jesús. Como ustedes recordarán, desde el 1 de diciembre hemos venido reflexionando sobre las circunstancias que rodearon este maravilloso suceso. Pudimos leer y meditar sobre el anuncio dado por los ángeles a aquellos hombres y mujeres, escogidos por Dios, para participar del cumplimiento de su promesa, cómo José, María, Elisabet y los pastores.

Pero desde hoy, les quiero invitar a reflexionar sobre el instante mismo del nacimiento de Jesús, según lo relatan los versos que hoy nos acompañan. Y lo primero que quiero compartirles es la ubicación del cumplimiento de la promesa en el tiempo y la historia universal.

Cómo ya lo hemos dicho, el nacimiento de Jesús estaba profetizado cientos de años antes por boca de los profetas Isaías, Miqueas, Jeremías, Daniel, Oseas, quiénes fueron inspirados por el Espíritu Santo para anunciar las circunstancias que iban a ocurrir en la vida de Jesús, desde su misma concepción en el vientre de María.

Hoy, por ejemplo, el texto nos habla que su nacimiento se vió envuelto en un censo decretado por Augusto César, el primer emperador romano y, para algunos, el más grande, que gobernó el Imperio Romano entre el 31 a.C. y el 14 d.C.; y para la realización de este censo los habitantes debían volver a su ciudad de origen, por ello es que el relato nos muestra a José, con su esposa María, regresando a Belén adónde pertenecía su familia.

Los censos practicados por el imperio romano tenían dos propósitos: el reclutamiento militar o la recaudación de impuestos. Los judíos fueron exentos del servicio militar romano, por lo que este censo, que involucró a José y María, se cree tuvo propósitos de recaudación de impuestos.

Pero ¿por qué me refiero in extenso a estos detalles históricos? Porque es importante, hermanos y hermanas queridos, comprender como la voluntad de Dios, y Su presencia comprometida con sus criaturas, se manifiesta a través de la historia humana. Maravillosamente sus propósitos se van cumpliendo en medio de las circunstancias históricas de la vida humana.

En este caso, en el nacimiento de Jesús, había una profecía hecha por el profeta Miqueas entre los años 742-687 a.C., aproximadamente, respecto del lugar donde debía nacer, que dice: “Pero de ti, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, saldrá el que gobernará a Israel; sus orígenes se remontan hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales” (Miqueas 5. 2).

En consecuencia, el censo ordenado por Augusto César con el propósito de agobiar a las familias con más y mayores impuestos, se transformaba en la circunstancia propicia para que se cumpliera la profecía del lugar dónde debía nacer Jesús, por cuanto José y su joven familia debían registrarse en Belén para cumplir el edicto del emperador.

Es importante profundizar en este aspecto, porque el nacimiento de Jesús fue un hecho cierto, ocurrido en un momento en la historia, que confirma la gracia y misericordia de Dios que se manifiesta con un profundo amor, en nuestra vida, en lo que cada día vivimos. Sus propósitos y la manera de hacerse siempre presente en la vida humana, considera nuestras circunstancias, y si bien algunas de ellas pudieran parecer amenazadoras, incomprensibles o injustas, Él las transforma en bendición y oportunidades de acuerdo a sus propósitos.

En su nacimiento, Jesús y su joven familia terrenal, también experimentaron el hermoso principio bíblico del cual escribió Pablo a los romanos: sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”  (Romanos 8. 28) ¡Aleluya! ¡Gracias Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.