Reflexión 17 de Noviembre 2020

«Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2. 9)

¡Que hermosas palabras nos entrega hoy la Biblia! Nos recuerda quiénes somos, cómo Dios nos ve y nos considera. La expresión “pueblo que pertenece a Dios” afirma categóricamente que le pertenecemos a Él, por lo que somos un pueblo especial, con una estirpe y ascendencia especial; escogidos, apartados y consagrados por Él y para Él, con la desafiante responsabilidad de proclamar sus obras, anunciarlas, pero también encarnarlas y vivirlas dando cuenta de la transformación producida en nuestras vidas. ¡Qué honor!

Pero no nos equivoquemos, ésta condición especial obedece exclusivamente al hecho de que hemos “nacido de Dios”, hemos sido “engendrados” por Él como lo afirma la expresión que se encuentra en los versos de hoy, que señala hemos sido llamados por Él, desde las tinieblas a su luz admirable”.

Su “llamado desde las tinieblas a su luz admirable”, quiere representar la experiencia del nuevo nacimiento en Cristo, producido por Dios en nosotros. El apóstol Juan lo escribió así:  «Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios» (Juan 1. 12, 13). Así es hermanos, hemos nacido espiritualmente de Dios.

Pero el apóstol Pedro no se queda sólo en la caracterización de lo que somos como pueblo de Dios, sino que nos desafía a algo más y escribe: «para que proclamen las obras maravillosas de Aquél que los llamó…». Efectivamente, como decíamos un poco más arriba, debemos dar testimonio de la obra que Dios hizo en nosotros. No nos llamó para sentirnos «exclusivos» de manera egoísta y orgullosa, sino para ser “depositarios” de su obra, de su amor y gracia, de modo que nuestra “vida transformada” lo glorifique a Él, y esto nos permite el tremendo privilegio de anunciar Su Reino y Su Obra.

Roguemos hoy a Dios comprender aún más ésta verdad espiritual, para ser dinámicos y activos en anunciar y proclamar el Evangelio de Dios con nuestra vida. ¡Que hermosa oportunidad tenemos, precisamente en éste tiempo, de ser instrumentos de Dios para llevar consuelo, esperanza y ayuda concreta a los que a nuestro alrededor sufren!

¡Que Su Nombre sea exaltado y no difamado por causa nuestra! ¡Ayúdanos Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.