Reflexión 17 de Octubre 2020

No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure…” (Juan 15. 16a)

El verso de hoy, pertenece a las enseñanzas que Jesús les impartió a sus discípulos, en sus últimos instantes, antes de ser crucificado, y por el relato de Juan podemos apreciar la profundidad de éstas, a pesar de las circunstancias que estaban viviendo. En esta oportunidad, Jesús les revela que la elección verdadera es la que él había hecho de ellos con un propósito específico, enviarlos. En el texto de hoy, precisamente vemos esta intención en la voluntad del Maestro al decirles “los comisioné para que vayan…”

Pero la palabra “comisionar” significa “encargar a una persona una comisión o misión determinada”, lo cual significaba que, si bien Él debía partir, les “encargaba” la misión de continuar compartiendo y enseñando las buenas nuevas del Reino de Dios.

La experiencia con Jesús solo había sido el comienzo de “algo” totalmente diferente a lo que habían vivido hasta antes de conocerle. Recordemos lo que le dijo a Pedro y a su hermano Andrés, ambos pescadores, con cierta ironía cuando los llamó para seguirle: Vengan, síganme y los haré pescadores de hombres” (Mateo 4. 19). 

El tiempo con Jesús había sido la “preparación” necesaria para “continuar” lo que él había comenzado por ello es que, en éstos últimos instantes, también les anticipó que recibirían el poder necesario para ello cuando recibieran el Espíritu Santo; así relata el libro de los Hechos ese momento: “(Les dijo Jesús)… cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1. 8).

Hermanos y hermanas queridas, la elección que Él ha hecho de nosotros hoy no es diferente, en absoluto. También nos ha encomendado lo que leemos les dijo a sus discípulos, y a menos que no nos consideremos sus seguidores y discípulos, ésta palabra también es para nosotros.

Por consiguiente, vivir el evangelio, creer que somos cristianos por seguir a Cristo, tiene que ver con el entender que hemos sido enviados para obtener frutos desde aquellos que necesitan escuchar ésta nueva esperanza. La predicación, el testimonio personal, la exhortación y la enseñanza, adquieren verdadera importancia en ésta lógica de hablar de Dios, de compartir Su mensaje de salvación, el Evangelio de Cristo.

Y hoy se dan las condiciones, hermanos queridos, al conformarse un escenario de desazón, de temor e incertidumbre, los hijos e hijas de Dios, tenemos una muy buena oportunidad de predicar y enseñar la realidad del Reino de Dios. Éste evangelio le ha hecho muy bien a nuestra vida, nos ha traído paz y esperanza, y nos permite enfrentar con fe un futuro incierto que genera mucho temor, en consecuencia, ¿no debiéramos compartirlo?

Sí, hermanos queridos, hemos sido enviados. Por lo que debemos ser evidentes, manifiestos, presentes, para que nuestros frutos, nuestras obras, testifiquen que el Reino de Dios se ha acercado con las “buenas noticias” de parte de Él.

Sí, hermanos queridos, estamos llamados a encarnarnos por lo que es importante no solo nuestro conocimiento de Dios, del cual muchas veces hacemos alarde, sino también manifestar virtudes como el amor benigno, la humildad, la mansedumbre, el dominio propio, el gozo, la paz, la paciencia.

Que todo lo que nuestro ser hace, dice y piensa, Glorifiquen al Señor pues ello, en un mundo con aflicción y dolor, en medio de las tinieblas, “resplandece y anuncia” la nueva vida que proviene de Dios. ¡Aleluya! ¡Señor danos hoy la valentía y la pasión para anunciar tu Reino!… ¡hay tantos que te necesitan Señor!

Pr. Guillermo Hernández P.