Reflexión 17 de Septiembre 2020
“Danos hoy nuestro pan de cada día” (Mateo 6. 11)
En el texto de hoy volvemos a la enseñanza de Jesús en el Sermón de la Montaña sobre la oración, y como debían hacerla sus discípulos. Es parte de la conocida Oración del Señor, o el Padre Nuestro como también se la conoce.
Increíblemente, después de un comienzo muy profundo y espiritual de la Oración que está enseñando Jesús, y que dice “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mateo 6. 9, 10), Jesús aborda, en la oración, la primera petición con un gran contraste respecto de las tres nobles peticiones iniciales relacionadas con la gloria de Dios.
Algunos comentaristas antiguos no podían creer que Jesús pretendiera que nuestra primera petición fuera de pan literal, pan para el cuerpo. Les parecía impropio se descendiera de manera tan abrupta a una preocupación tan mundana y material como rogar por el pan diario. Por eso alegorizaron la petición. El pan al que él se refiere, dijeron, tiene que ser “espiritual”. Algunos pensaron que Jesús se refería o al “pan invisible de la Palabra de Dios” o a la “Cena del Señor”.
Sin embargo, de una cuidadosa reflexión en el contexto de todo el Sermón de Jesús, es posible darse cuenta que la petición está referida a la dependecia diaria de Dios, que incluye el alimento y la condición de vida necesaria para manetenerla adecuadamente. Para Lutero, en el siglo XVI, «pan» era un símbolo para “todo lo necesario para la preservación de esta vida, como alimento, un cuerpo sano, buen tiempo, casa, hogar, esposa, hijos, buen gobierno y paz”, y podríamos añadir, además, que por “pan” Jesús quiso referirse a las necesidades y no los “lujos” de la vida.
La petición de que Dios nos “dé” nuestro alimento no niega, por supuesto, que la mayoría de las personas tengan que trabajar y ganarse la vida, que los agricultores tengan que arar, sembrar y cosechar para suministrar los cereales básicos, o que se nos ordene que alimentemos al que tiene hambre. La expresión manifiesta una dependencia final de Dios, quien normalmente usa medios humanos de producción y distribución a través de los cuales cumple sus propósitos.
Pero, además, Jesús hace notorio el que sus seguidores sean conscientes de una dependencia diaria de Dios, día tras día. Al margen de que Él pueda usar distintos medios humanos de producción y distribución de bienes y alimentos, siempre el discípulo de Jesús dependerá de la provisión y del sustento del Padre, quién cada día lo proveerá.
Por ello es que un poco antes Jesús les había dicho: “… su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan” (Mateo 6. 8). Y también se los reitera un poco más adelante cuando les enseña sobre el afán y la ansiedad, y les dice: “… no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos? … el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan… no se angustien por el mañana… (Mateo 6. 31, 32, 34).
Hermanos y hermanas queridos, esta parte de la oración que enseñó Jesús nos ayuda a entender que la relación de los hijos con su Padre celestial, es decir nosotros, es totalmente íntegra, permanente, diaria, e incorpora la vida total bajo Su sustento, protección y dirección. No es una presencia parcial o netamente espiritual, ya que nuestro Padre es un Dios relacional de modo que anhela, y esos son sus propósitos, una verdadera relación de vida con sus hijos. Cada día el vela y está atento a sus hijos, como todo buen Padre. El apóstol Pedro lo expresó así: “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones…” (1 Pedro 3. 12). ¡Gracias Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.