Reflexión 21 de Noviembre 2020

«Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios» (Efesios 5. 1, 2)

Los dos pasajes de hoy nos alientan a llevar una vida de amor en el contexto de imitar a Dios. Es una imagen increíble de cómo Pablo entiende y comprende a Dios.

Al igual cómo lo leímos en el día de ayer, éste amor se debe materializar en acciones concretas. Una vida de permanente entrega y sacrificio, pues es el modelo que nos dejó Cristo (“así cómo Cristo…”), quién lo dio todo (su vida), dice Pablo.

Los textos de hoy nos exhortan para que toda nuestra vida también sea una expresión permanente de amor, pero no el amor «nuestro» por cuanto éste es egoísta e interesado, sino el amor de Dios; aquél que fue derramado en nosotros; cómo lo dice Pablo: «Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado» (Romanos 5. 5)

Y ésta clase de amor, (ágape), es el del sacrificio, cómo también lo entendió el apóstol Pablo por inspiración del Espíritu Santo, y lo describió así: «El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue…» (1 Corintios 13. 4-8)

Pareciera muy difícil manifestar ésta expresión de amor, sin embargo, es esencial entender que es el amor de Dios derramado en nosotros, por lo que es fundamental creer que así es, para luego ponerlo en acción obedeciendo, dicho de otro modo, sólo es posible expresarlo y vivirlo con fe y obediencia, porque así lo afirma la palabra de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, oremos hoy a Dios para que fortalezca nuestra fe y podamos ser el reflejo de Cristo, amando y entregando cada día nuestra vida, sin esperar recibir nada a cambio, en momentos en que precisamente muchos de los que están a nuestro lado lo requieren.

¡Qué la Gloria y la Honra sea siempre para Él!

Pr. Guillermo Hernández P.