Reflexión 23 de Agosto 2020
“Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos” (Marcos 10. 43, 44).
Sin duda que ésta ha sido una de las enseñanzas de Jesús menos comprendidas y, consecuentemente, menos obedecidas. Se encuentra en el contexto del Evangelio de Marcos, en el momento en que dos discípulos, los hermanos Jacobo y Juan, le hacen una petición a Jesús que, a no mediar el reclamo y enojo de los otros discípulos, podría haberse entendido como una petición honesta y bien intencionada, incluso, digna de admiración.
Ellos le solicitaron a Jesús el sentarse junto a él, uno a cada lado, cuando estuviera en su Gloria. El momento lo relata así el evangelio de Marcos: “Se le acercaron Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. —Maestro —le dijeron—, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. —¿Qué quieren que haga por ustedes? —Concédenos que en tu glorioso reino uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda (Marcos 10. 35-37). Y la reacción de los otros discípulos no se dejó esperar, “Los otros diez, al oír la conversación, se indignaron contra Jacobo y Juan” (Marcos 10. 41).
Momentos antes, Jesús les había anunciado su muerte y todo lo que iba a sufrir en las próximas horas en Jerusalén ante los principales sacerdotes, escribas y gentiles (Marcos 10. 32-34), pero ellos, al parecer, o no lo habían entendido, o no lo habían creído.
Sin duda, llama la atención la petición de Jacobo y Juan porque ignora el desenlace de la vida de Jesús, con su pasión y sufrimiento, que hacía un momento les había compartido. Por otra parte, sorprende el deseo que había en ambos de ocupar posiciones de privilegio, de preeminencia y superioridad jerárquica sobre los demás, lo que provocó el enojo de los otros discípulos.
Pero Jesús aprovecha esta situación para enseñarles la actitud correcta que se espera en sus discípulos respecto de los demás, y lo hace poniéndose él mismo como ejemplo de vida, al decirles “Porque ni aún el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10. 45). Y lo hace después de haberles hecho presente la lógica humana del poder, de ese deseo que brota del corazón de “servirse de los demás”, de anhelar y buscar posiciones de autoridad y protagonismo, de llegar incluso al abuso y la opresión de otros, de ser reconocidos y honrados.
Y plantea con autoridad y de manera categórica “Pero entre ustedes no debe ser así…” Esta expresión no es una simple orden o instrucción, pues está precedida por el ejemplo de su propia vida, incluso señala que la fuente de esa realidad distinta que debe darse entre los suyos, es porque “el Hijo del Hombre vino para servir y dar su vida…”.
Pero también se encarga de perfilar la actitud de los suyos de modo que no quedara ninguna duda, y les dice: “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su ‘servidor’, y el que quiera ser el primero deberá ser ‘esclavo’ de todos”. ¡Qué fuerte, qué directo, qué desafiante! Jesús les llamaba a vivir en el opuesto absoluto de la natural actitud y conducta humana, pero que explicaba la necesaria negación de sí mismo, como Él también se los había enseñado cuando les dijo “Entonces llamó a la multitud y a sus discípulos. —Si alguien quiere ser mi discípulo —les dijo—, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga (Marcos 8. 34).
¡Qué desafío nos plantea hoy Jesús!, pero no es para todos. Es para aquellos que creemos ser uno de sus discípulos, y que anhelamos ser y vivir como él. “Pero entre ustedes no debe ser así”configura una realidad deseable al interior de la Iglesia y Comunidad de Dios, una comunidad que le sigue, le conoce y le obedece. Estamos llamado a vivir ésta enseñanza, sobre todo cuando juntos anhelamos Su presencia en medio nuestro.
Este mismo apóstol Juan, siendo ya anciano, con mucha más sabiduría y experiencia en el Señor, escribió: “el que afirma que permanece en él debe vivir como él vivió” (1 Juan 2. 6). Juan entendió y vivió el desafío que Jesús le planteó. Hoy somos nosotros quienes debemos vivirlo. ¡Ayúdanos Señor!
Pr. Guillermo Hernández P.