Reflexión 23 de Noviembre 2020
«Así que todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen» (2 Corintios 3. 18).
El verso de hoy nos enseña una hermosa realidad espiritual difícil de comprender sin fe. El apóstol Pablo nos muestra aquello que Dios hizo en nosotros, y que aún no ha terminado.
Teníamos un «velo» que nos impedía entender y aceptar a Dios, el velo de la ignorancia atrevida, pecaminosa y agresiva por no conocerlo, y aún más, rechazarlo. Pero cuando nos volvimos al Señor, pasó algo sobrenatural y así lo escribió Pablo: “En cambio, cuando alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. Pues el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad» (2 Corintios 3. 16, 17). ¡Se nos quitó el velo y comenzamos a vivir en libertad! Pero, además, comenzamos a ver y reflejar la Gloria del Señor.
Este proceso espiritual, además de permitirnos verlo y experimentarlo, comenzó a “transformar” nuestra vida haciéndonos cada vez más parecidos a Él, por lo que muchos «debieran ver en nosotros algo muy distinto», un cambio radical, que sólo lo debiera glorificar a Él.
Pero lo significativo de ésta experiencia es que no ha terminado, pues el proceso de transformación que Él inició en nosotros, y que debiera ser notorio para los demás, aún continúa pues la meta es parecernos a Cristo. Como lo dijo Pablo a los hermanos de Éfeso: «Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo» (Efesios 4. 13).
Sí, hermanos y hermanas queridos, la meta de nuestra transformación es la santidad que vamos logrando en la medida que más nos parecemos a Cristo.
Oremos hoy para que el Señor nos ayude en éste proceso por cuanto la meta es difícil, y sólo es posible alcanzarla con la ayuda de su Espíritu en nosotros. El desafío es creerlo y permitírselo. ¡Señor te rogamos hoy tú ayuda y misericordia!
Pr. Guillermo Hernández P.